Orange Green Pink

El ojo que te mira

Gernika


Nunca se empieza una batalla tarde.
Las penas siempre llegan enseguida.
Tú siempre pides para nunca darme,
yo solo pido lo que tu me quitas.
El cielo que revienta de repente
como un infierno que llegó deprisa.
Guerra cobarde que a nadie defiendes
pero no lo saben, pero no lo saben...


Esa bandera siempre huele a sangre,
triste paisaje todo de ceniza.
Distintas guerras, distintas ciudades
y el mismo fuego que quemó Gernika.
Tu crees que estoy cantando en el desierto,
yo sé que solo muere lo que olvidas.
Hay corazones llenos de agujeros
pero no lo saben, pero no lo saben...


Gernika, 26 de abril de 1937

{Fito & Fitipaldis}

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Lluvia: tormenta y monzón


La lluvia azota los cristales y chorrea pared abajo, como un río infinito que no llega nunca a su mar. El pelo empapado se le ondula en la espalda, y tirita desde el otro lado de la ventana, esperando a que pare, para no mojarse más. El autobús está a punto de partir, y no ha comprado el billete de vuelta, pero ya da igual. Ni siquiera siente lástima por el día de tormenta, porque sabe que el arcoiris también existe, y que tarde o temprano llega imparable. La tormenta es para un rato, y el monzón es de otro mundo, como si no fuera real.

Tiene charcos en el alma y en algún sitio de su cuerpo está el vacío, pero eso tampoco es motivo de preocupación. Sabe que tiene que esperar, y se llena de paciencia: tiene todo el tiempo y más. Y lo bueno de la lluvia es que limpia las calles, deja todo reluciente, como nuevo, y los rincones escondidos de las casas se vuelven fresquitos, pero no con el frío del aire acondicionado, es un frescor natural, que abre las vías respiratorias de la humanidad entera.

Bien pensado, la lluvia es tan necesaria como el sol. Y es bonita. Aunque cale más dentro de los huesos y más allá del corazón. La lluvia es parte del verano, es parte del cielo, es parte de la hierba, es hasta parte de su cuerpo. ¿Por qué luchar contra la lluvia, cuando la lluvia está ahí, cumpliendo su misión?

Aún chispea cuando sale, y el primer pie pisa un charco, pero siente la tranquilidad de quien acepta que las cosas son así. La tormenta, al fin y al cabo, solo dura un rato. Y el monzón no existe aquí.

...por mí... nunca te preocupes por mí...
auunque a veces me ha pillado el chaparrón
sé que ahora la suerte está a mi favor...
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Descoordinados


Descoordinados como dos desconocidos, se encontraron torpemente entre los ruidos de la noche. Revolvió su cabello y él miró sus ojos de hada, y le contó secretos muy cerca de la boca. Ella no podía apartarse de sus labios, del brillo de sus dientes, de aquella risa perfecta, del piercing enganchado a su sonrisa. Casi se rozaban y, entre el temblor de las luces, se separaban de nuevo, confusos, sin entender del todo las reglas de un juego que estaban aprendiendo a jugar.

Descoordinados, bebieron cada uno de un extremo del vaso, con un miedo que era casi agradable, por las cosquillas de fuego en el estómago. El tiempo corría impasible, dispuesto a escapar cuanto antes de la burbuja que habían formado entre los dos. Intentaba hablar alto, no fuera que los latidos de su corazón fuesen tan fuertes que ella pudiera oírlos o, peor aún, que viese el movimiento de cada golpe en su pecho. Pero ella no miraba su pecho, ni sus brazos, ni sus manos, ni sus ojos triangulares, ni sus rizos, ni la frente despejada, ni los hoyuelos que se le formaban a los lados de los labios... o tal vez lo miraba todo, lo miraba entero, a fin de que él sólo viese sus ojos, porque el resto le temblaba, tiritaba por dentro a pesar del calor.

Descoordinados, porque él no se habría apartado cuando a ella le apeteció acercarse y no lo hizo, porque ella habría sonreído cuando a él le apeteció tocarla y se contuvo. Y así, no lo hizo y se contuvo durante horas, esperando, por si acaso, por las luces, por el calor... ¿por qué no? porque lo estaban pasando de todas formas bien. A veces bailaban. La música cubría en cierto modo de nuevo la fuerza de sus latidos y, como una especie de droga, les hacía desinhibirse y reír.

Descoordinados, él miraba sus ojos y ella miraba su boca, el pasaba a su pecho y ella se quedaba en sus manos, él bajaba hasta sus rodillas y ella observaba sus hombros redondos al contraluz. Hablaron de todo y de nada, hasta que el tiempo se consumió. Salieron descoordinados y marcharon. Sólo se pusieron de acuerdo para mirar atrás, girar sobre sus tobillos y quedarse uno frente al otro, cerca de nuevo, hasta no tener más remedio que decirse adiós. Y descoordinados volvieron a sus casas, ella con las ganas de sus besos, él con las ganas de besarla; él con las ganas de sus caricias, ella con las ganas de acariciarle... y descoordinados. Como nunca. Como siempre.
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Día del libro


Hoy es el día del libro, un día tan bueno como otro cualquiera para ponerse a leer. Por si no se os ocurre el qué, os dejo un fragmento de mi libro favorito, El principito, que me parece una auténtica joya por lo bien escrito que está y por el mensaje tan maravilloso que guarda. Para mí, es un libro-tesoro. Lo pondría entero, porque no tiene desperdicio, pero bueno, es demasiado largo para un blog, supongo (aunque es un libro que se lee en una tarde). Así que, de entre los miles de fragmentos y frases que me encantan (el libro que tengo está todo subrayado, y cada vez que lo releo -ayer fue la última- subrayo algo más), he elegido uno que es de los típicos... sencillamente porque me parece precioso, y porque el zorro es uno de los personajes que más me gustan del libro: en los cuentos el zorro siempre es malo, pero en El principito, es un sabio. Será por aquello de que no se ve bien si no es con el corazón... :-D

En fin, feliz día del libro, disfrutad de El principito, y de la lectura en general

"...
-Mi vida es algo aburrida. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen como también los hombres se parecen entre sí. Francamente me aburro un poco. Estoy seguro que..., si me domesticas mi vida se verá envuelta por un gran sol. Podré conocer un ruido de pasos que será bien diferente a todos los demás. Los otros pasos, me hacen correr y esconder bajo la tierra. Pero el tuyo sin embargo, me llamará fuera de la madriguera, como una música. Mira! Puedes ver allá a lo lejos los campos de trigo? Yo no como pan, por lo que para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo nada me recuerdan. Es triste! Pero tú tienes cabellos de color oro. Cuando me hayas por fin domesticado, el trigo dorado me recordará a ti. Y amaré el sonido del viento en el trigo...

El zorro en silencio, miró por un gran rato al principito.
-Por favor... domestícame!-suplicó.
-Lo haría, pero... no dispongo de mucho tiempo-contestó el principito. Quisiera encontrar amigos y conocer muchas cosas.

-¿Sabes? Sólo se conocen las cosas que se domestican-afirmó el zorro. Los hombres carecen ya de tiempo. Compran a los mercaderes cosas ya hechas. Y... como no existen mercaderes de amigos, es muy simple, los hombres ya no tienen amigos. Si realmente deseas un amigo, domestícame!

-Y... qué es lo que debo hacer?-preguntó el principito.
-Debes tener suficiente paciencia-respondió el zorro- En un principio, te sentarás a cierta distancia, algo lejos de mi sobre la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. La palabra suele ser fuente de malentendidos. Cada día podrás sentarte un poco más cerca.

Al otro día el principito volvió:
-Lo mejor es venir siempre a la misma hora-dijo el zorro- Si sé que vienes a las cuatro de la tarde, comenzaré a estar feliz desde las tres. A medida que se acerque la hora más feliz me sentiré. A las cuatro estaré agitado e inquieto; comenzaré a descubrir el precio de la felicidad! En cambio, si vienes a distintas horas, no sabré nunca en qué momento preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

-¿Qué son los ritos?-preguntó el principito.
-Se trata también de algo bastante olvidado-contestó el zorro- Es aquéllo que hace que un día se diferencie de los demás, una hora de las otras horas. Te daré un ejemplo. Entre los cazadores hay un rito. Todos los jueves bailan con las jóvenes del pueblo. Para mí el jueves es un maravilloso día, ya que paseo hasta la viña. Si los cazadores no tuvieran un día fijo para su baile, todos los días serían iguales y yo no tendría vacaciones.

Fue así como el principito domesticó al zorro. Pero al acercarse la hora de la partida:
-¡Ah!-dijo el zorro- Voy a llorar.
-No es mi culpa-repuso el principito- Tú quisiste que te domesticara, no fue mi intención hacerte daño...
-Sí, yo quise que me domesticaras-dijo el zorro.
-¡Pero dices que llorarás!
-Sí-confirmó el zorro.
-¿Ganas algo entonces?-preguntó el principito.
-Gano-aseguró el zorro- por el color del trigo.

Luego sugirió al principito:
-Vuelve y observa una vez más el jardín de rosas. Ahora comprenderás que tu rosa es única en el mundo. Cuando vuelvas para decirme adiós, yo te regalaré un secreto.

Se dirigió el principito nuevamente a la rosas:
-En absoluto os parecéis a mi rosa. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie. Así era mi zorro antes, semejante a cien mil otros. Al hacerlo mi amigo, ahora es único en el mundo.
Las rosas se mostraron ciertamente molestas.

-Sois bellas, pero aún estáis vacías-agregó todavía- Nadie puede morir por vosotras. Es probable que una persona común crea que mi rosa se os parece. Ella siendo sólo una, es sin duda más importante que todas vosotras, pues es ella la rosa a quien he regado, a quien he puesto bajo un globo; es la rosa que abrigué con el biombo. Ella es la rosa cuyas orugas maté (excepto unas pocas que se hicieron mariposas). Ella es a quien escuché quejarse, alabarse y aún algunas veces, callarse. Ella es mi rosa...

Regresó hacia donde estaba el zorro:
-Adiós-dijo.
-Adiós-dijo el zorro- Mi secreto es muy simple: no se ve bien sino con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos-repitió el principito a fin de acordarse.

-El tiempo que dedicaste por tu rosa, es lo que hace que ella sea tan importante para ti.
-El tiempo que dediqué por mi rosa...-repitió el principito para no olvidar.

-Los hombres ya no recuerdan esta verdad-dijo el zorro- En cambio tú, por favor... no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa...-dijo en voz alta el principito a fin de recordar..."
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Una mujer contra el mundo



Acaban de entregar los premios Pulitzer, yo creo que son los más prestigiosos en el mundo del periodismo, y la foto que he colgado es la que ha ganado este año el Pulitzer a la mejor fotografía informativa. Son miembros de las fuerzas de seguridad israelíes contra una mujer judía que habita en un asentamiento ilegal en territorio Palestino. Me gusta mucho la foto, tiene mucha fuerza gráfica: esa mujer, tan pequeña, que parece que está reteniendo ella solita a todo el ejército. Seguramente los militares no tardaron ni los dos segundos que el fotógrafo tardó en tomar la siguiente imagen en quitarse del medio a la chica, pero tal y como se la ve ahí, a mí al menos me da la impresión de que ella frena a esa muralla humana: es como el débil frenando a los fuertes, y eso me gusta.

Además, me gusta esa idea de la fuerza que tiene una mujer. Aquí, en mi día a día, yo no lo noto a efectos prácticos, pero es verdad que en el mundo la mujer sigue siendo la gran discriminada, la que está sola, la que tiene en contra al poder, la que tiene que cargar con el mundo, la que tiene que hacerse fuerte para proteger lo suyo... y esta foto también me transmite eso.

Aunque no es una foto que muestre la situación más cotidiana de la zona (como seguramente sabéis, en Israel el ejército normalmente carga contra los palestinos, y no contra los colonos judíos). La foto yo ya la conocía, juraría que quedó finalista en el Worldpress Photo 2007, pero no estoy segura... Su autor es un reportero de Asociated Press, de nombre Oded Balilty, y encontró la imagen el 1 de febrero de 2006.
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Mala


Los días pasaban y sus manos seguían heladas, con menos callos, con ese extraño cosquilleo del que quiere crear y no puede, y empieza a temblar. Un pitillo apagado colgando del labio vacío, el pelo sucio, pero peinado hacia atrás, la barba mal afeitada y con alguna cana de más y la chaqueta del chándal con la cremallera rota, sí, pero bien colocada sobre unos hombros todavía con un atisbo de la dignidad del pasado. Y la mirada perdida escaleras abajo, viendo pasar unos pies tras otros a su lado, frenéticos, sin girarse siquiera por curiosidad. "Para lo que os van a servir las prisas...", piensa, y apoya otra vez la cabeza cansada junto a la pared de metal.

Cuando abre los ojos de nuevo le parece que ha pasado un siglo, desea que se esté acabando al menos el día, pero ha dormitado poco más de una hora. El tiempo es lento cuando no tienes nada en que emplearlo ni por qué luchar. Antes las cosas sí que tenían importancia: Aurora era preciosa, con esos rizos pelirrojos, y sus caderas anchas y juguetonas. ¡Y los niños! ¿Cómo serían de altos ya? El mundo era injusto. Un par de golpes después de beber un trago no pueden ser motivo para echarte del mundo así. ¿O sí? Sólo una vez. Una. Nada más. Lo había jurado ante el juez. Y seguía sin entender el miedo en los ojos negros de Aurora, sus lágrimas al resbalar por la mejilla rajada, su brazo en cabestrillo, su labio partido explicando que esa una había sido un centenar. Y con Aurora y los niños se fue el trabajo, su madre, la casa, los amigos... se fue todo, incluso el alcohol.

Sorbe los mocos y menea el cartón de tinto que hay a sus pies, aunque sabe de sobra que a las nueve y media, cuando pasó la pelirroja que le recuerda a Aurora cuando él la conoció en Benidorm, ya estaba acabado. Le da una patada y se levanta tambaleándose. Los primeros días se sentía furioso por su vida, y por ver que había quedado en nada, pero ya daba igual. Rebusca en la papelera y saca uno de esos periódicos gratuitos, arrugado, le han arrancado el sudoku. Mira indiferente las noticias, por hacer algo, y las letras le dan vueltas entre los ojos y forman un torbellino a la altura de su frente. Si llevara algo en el estómago, tendría ganas de vomitar.

Un grupo de críos sube las escaleras gritando, más allá, una chica con los cascos puestos, una rubia leyendo un libro, dos adolescentes llenos de hormonas comiéndose a besos, mamá con los niños de vuelta del cole. Eso es lo que más le hace hervir la sangre. Se tapa los oídos para aislarse aún más, pero le llegan todos los ruidos. Así que lanza el periódico con fuerza contra la pared, luego da un grito y lanza una patada, un puñetazo, una patada más... y ve a Aurora doblada en el suelo, la sangre salpicando sus zapatos y a la niña -¡la puta niña!- deslizándose entre llantos hasta la puerta de enfrente. Cuando se la llevó la ambulancia, no volvió a verla hasta el día del juicio. Es posible que sea por eso que lo primero que ve al abrir los ojos de nuevo es el techo blanco de esa ambulancia de muerte.

Está atado a una camilla, y de su brazo sale un tubo de plástico por el que bajan gotitas transparentes, como las lágrimas de Aurora. La quería, joder, y se fue, la muy puta. Con lo que él la quería. Y así pasa de la ambulancia al hospital, a las radiografías, a una cama donde una chica ni la mitad de guapa que Aurora, ni la mitad de alegre, ni la mitad de buena, le limpia sangre de la cara, le ajusta unos vendajes por la frente y le arranca espuma seca alrededor de la boca. Y se marcha dejando una luz blanca encendida, un olor a desinfectantes y algodones y unos ojos rodeados de arrugas que le miran penetrantes desde el otro lado de la sala, con el cuello atado por un collarín y la pierna escayolada en alto.

"Accidente de moto, ¿y tú?". Cuando va a contestarle que se meta en sus asuntos y le deje en paz se da cuenta de la escafandra verde que le ayuda a respirar. Siente pesado el corazón, y está cansado, así que mira simplemente al vacío, como hacía Aurora cuando él le gritaba. Pero que bruja. Mirar para otro lado cuando él le estaba hablando. Hablando, gritando, qué más da. Que no le escuchaba, joder, y eso no podía aguantarlo. Que él era muy hombre. Por eso se ganó un buen bofetón Aurora. Ahora recuerda que ese día fue el primero. Pero esa vez no contaba, esa vez el bofetón fue con razones, así que no contaba. Hasta ella lo había reconocido.

Cuando vuelve a abrir los ojos, el compañero de habitación tocapelotas le mira, y tiene un miedo parecido a la mirada de Aurora. Quizás más que miedo, parece odio. O, peor aún. Parece asco. Pero no, Aurora no sentía por él asco, ni odio. Se fue, la muy puta, pero seguramente vuelva, porque le quiere, claro, y le necesita, ¿dónde va a ir ella?

"La pegabas, ¿no? Menos mal que fue lista y te dejó. Si tuvieras dignidad, tú ya te habrías matado". Achina los ojos y le mira. ¿Está ahí de verdad, o es solo la voz de su conciencia? Dignidad. Pues por eso, precisamente por eso había tenido que darle de ven en cuando. Si ella fuera una mujer como Dios manda. Pero no, tenía que ponerse tontita. Esa era la dignidad. Hasta que un dolor taladró sus sienes. Cierra los ojos y se ve aquella mañana. El cigarro, el pelo sucio, la cremallera del chándal, el cartón de tinto vacío cayéndose a las vías. "Voy detrás", se dijo. "En cuanto oiga el ruido del tren, voy detrás. Soy un auténtico cabronazo, es lo único que me merezco". Y el luminoso naranja anunciando que el metro va a efectuar su entrada en la estación. El ruido. El traqueteo de las vías. El convoy que cruza a ras del andén y se para, y deja una puerta abierta justo delante de su cara. No volvió a bajar a los andenes, para no tener ideas raras. A fin de cuentas, ella había sido siempre la mala.

duele...
la vida como un puñal
hay veces que duele...
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Sol nº 1


En el césped, boca arriba, el primer sol del año me araña la cara y me hace cosquillas suaves en los pies. Tendida entre el frescor verde y el abrasador naranja, en silencio, con los ruidos de fondo del monstruo de la ciudad. Relajada, con las prisas de la hora de la siesta, y en un sueño, lejos de lo que en unos minutos será un duro (redundante) despertar. La sonrisa se me escapa sin permiso, pero la dejo estar, porque ya llevo bastante rato seria. Y otra vez el sol me envuelve y me ata al suelo, y me impide partir. Como si no hubiese más mundo que mi mente, ni más tiempo que mi siesta, ni más lecho que mi césped, ni nada más importante en que pensar que en cómo convertirme en árbol para hacer la fotosíntesis. Y luego, el mundo real. Pero el mundo real queda tan lejos del aquí y del ahora, queda tan lejos de la hierba, queda tan lejos del rocío, queda tan lejos de este sol, de este primer sol del año...

...que hace días que no duermo
por si acaso al despertarme
veo que todo ha sido un sueño...
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Ya veo los focos ;-)


Cada golpe de la baqueta contra la batería se convertía en uno de los latidos de sus corazones. El calor se había mezclado con la música y ya no veían más allá de los focos. Saltando. Cantando. Sudando. Como si fuesen un solo elemento en medio del mundo, ajenas al resto. Se abrazaron entre risas y aplausos, un polvo rojizo cubría sus frentes y se pegaba a su piel como una máscara de arcilla, pero eso era también parte de la magia.

Un segundo de silencio y, de nuevo vibrando al ritmo de otros miles de desconocidos que de repente se habían convertido en amigos íntimos. Y otra vez la emoción, la piel de gallina desde lo más alto del corazón hasta los dedos de los pies. Y al levantar los brazos, tocaban las estrellas.

Seguramente mañana, o dentro de un año, no puedan recordar cada momento ni cada canción. Pero cada golpe de batería, la vibración del suelo, el calor de los focos está ya pegado a sus mentes. El polvo mezclado con el sudor de sus caras, la frontera que separa el escenario del suelo, el sonido de la risa, el latir del corazón. Sobre todo el latir del corazón. Cada golpe rompiendo el pecho al ritmo de cada acorde. Cada golpe en cada nota, en cada grito, en cada voz. Los golpes del corazón se marcan a fuego...

El vibrar de la música rebotando en sus cuerpos, llegando hasta el fondo del alma, clavándose en las retinas, tauándose en la piel. La música que se vuelve vida, que se mete dentro, que empapa los músculos y los huesos, que se agarra a las entrañas. Y los golpes, sobre todo los golpes, los latidos del corazón unidos a la música. Y mi corazón que no deja de latir...


¡¡EXTREMÚSIKA!! (este año, desde el recuerdo)
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Había una vez...


Había una vez... "una vez"

que a fuerza de ser contada

se repitió tantas veces...

que se volvió realidad.

Jorge Bucay
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Si tú supieras...



Si tú supieras lo que es ver al sol morirse de ganas de dar de lleno en la pared de un cuarto sin ventanas...
´
´
{Marea...}
Si tú supieras, si yo te dijera
si yo te contara...
´
[El cuadro, de Nicoletta Tomas Caravia, se llama Sueña sin dolor]
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HIGUERA 3 XDDD


... De vuelta de Semana Santa...
Tú en tu casa, nosotros en Higuera ;-)

Desvíate a 200 kilómetros de aquí y deja a mano derecha el Portugal: ya queda apenas nada para encontrar la señal. Pero antes, la flor de la jara, las curvas plagadas del olor a tomillo, ocho mil metros dando vueltas alrededor de taramas amarillas y blancas, de sierras verdes de encinas y rocas que arden con el sol, de margaritas cargadas de rocío, de bellotas caídas de los alcornoques y de la casita casi hundida en el Tajo, la que se ve desde el puente. Ahí lo tienes: Higuera 3. Si la encuentras, seguro que te merece la pena recorrer esa distancia y dar una vuelta por allí.

Me encontrarás, seguro. Puede que buscando cobertura más allá del cañazo, puede que mirando las estrellas en la carretera vieja. O tal vez bebiendo agua en la fuente vieja, o cogiendo higos de los huertos, sentada en las gradas de la plaza o en casa de alguna tía. Si es verano en la piscina, si es invierno al calor de alguna chimenea, tal vez asando castañas. Si no, entra a ver a Pinipon, si me queda algo de dinero te invito a una caña, bailaremos flamenco y batuka, y seremos de los malos para querer volvernos buenos... pero tú tendrás el miedo...
Si llegas ahora, estaremos comiendo el bollo de pascua en el merendero, al campo no vamos, porque va a llover. Vente con hambre, hay barbacoa todos los días. Y sobre todo, vente con sed. Aunque a lo mejor nos hemos ido a Roman, veintitrés razones son más que suficientes para pasarnos por allí. Y si no, viendo a las niñas. O subiendo o bajando alguna cuesta. O comprando camisetas rojas y negras de fiesta.

Y si se te hace de noche, una peli en casa de Tío Tomás -¡tranquila, poderosa!-, o a pasar frío al corral de Flora, o una oca y algo de fritanga donde Ali -¡ojalá se venga también Jesús!-, o unos minis en la puerta de los adosados vacíos, y después, siempre, a cotillear al bar.
Ellos a la derecha, ellas a la izquierda, Pini en la barra y nosotras en medio, partiendo la pana, rompiéndonos las lenguas, con la risa perpetua, con los vasos vacíos y repitiendo la música otra vez y otra vez más. Dame otros dos besos, que no nos hemos saludado, tu chico nos tiene desgastadas de tanto mirar, pero elige tu peinado favorito, que aquí tenemos algo que decir de cada una.

Ponnos unos cacahuetes, o unas aceitunas, saca unas pipas y unas gominolas. Y los cubatas, en vaso ancho, por favor. Y si ya son horas, ponnos unas lonchas de jamón. Y así, loncha con loncha, hasta que se nos gaste la noche. No importa, aún queda mucha mañana para dormir debajo de un kilo de mantas, calentitas, en silencio, con el ruido de fondo de las campanas de la procesión.
No estés en tu casa, que nosotras estamos en Higuera, y hay que liarla: nos vamos a reír, vamos a criticar, y vamos a reírnos otra vez y otra y otra y otra y otra y otra... hasta infinitas, incluso alguna más. Siempre de lo mismo. Hasta no poder más.

Higuera para las tres... ¡y para otros trescientos! Por eso, si encuentras la señal, no seas vago. El camino se puede hacer andado -¡¡doy fe!!- y la meta merece la pena...

Ya sabes: ¡¡Higuera 3!!


Si vuelvo a nacer
te busco sin duda
detrás de la luna...
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Feliz Semana Santa :-)


He echado cuentas y hace nueve años que no voy a Higuera en semana santa. Esta va a ser una pascua extraña para mí. Así que, normal que haya sentido un poco de nostalgia, y que haya buscado estas frases, que siempre me han gustado mucho. Hablan del amor, y entre otras miles he elegido esas porque fue una vez en pascua cuando me di cuenta de que el amor debería ser el motor de todo: de la vida, de lo que hacemos, del mundo. El amor así, a lo grande. El AMOR... En fin, comparto con vosotros mis frases... Feliz Semana Santa, sed buenos

"Quiero aprender a amarte como se aman la luna y las estrellas; quiero dirigir mis pasos por la luz de tu encanto; quiero aprender a buscarte en lo sencillo, en lo delicado, en lo hermoso y perfecto del universo, en el aire que te sirve como mensajero, en la felicidad que inunda nuestra existencia y en el dolor que clava la estaca dentro de nuestra alma"

"Ahora, en este momento, siento necesidad de ti, me gustaría que estuvieras a mi lado, pero no sólo hoy: me gustaría necesitarte todos los días de mi vida"

"El amor tiene magia. Consigue que la vida sea muerte y que la muerte sea vida"

* * * * * * *

Voy a poner además un enlace que he sacado del blog de Escolar y que me ha gustado mucho, mucho. Es un vídeo que explica cómo sería la tierra si sólo tuviese 100 habitantes. Es un buen momento para pensarlo, está chulo... ¡Y, una vez más, somos unos privilegiados!
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Mini-tesoro para poner en alguna isla...


Es probable que este sea un post totalmente absurdo para la mayoría, aunque sí tiene sentido para mí, y espero que tenga significado para ti ;-)
Porque, después de tanto buscar, mereces la explicación...
Así pues,


¿Qué es BluesHarp?
¿Y tú me lo preguntas?
BluesHarp no es ni más ni menos que lo que sigue...





(que, por si no se ve bien, es una caja azul de plástico, dentro de la cual había una armónica que pertenecía, ni más ni menos, a La Fuga!!! :D :D )



... y ¿qué tiene en su interior este pequeño cofre del tesoro? ¿Qué guarda BluesHarp en su corazón? Pues ni más ni menos que...



XDDDDDDDDDDDDDD
¡Exacto! ¡Púas! ¡¡Púas conseguidas todas en diversos conciertos!!
XDDDDD


... y ese es todo el misterio...
XDDDDD
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Versos en la arena


La brisa mecía su vestido y peinaba su cabello, más negro en la noche, más largo y más liso de lo que él recordaba. La miró sin pausa, sentado junto a ella, sonriendo a su cara tranquila, a su gesto relajado, a los brazos que se apoyaban levemente sobre sus piernas. Dormía de lado, con la cabeza en su vientre, y él seguía despierto, con miedo a moverse para no interrumpirla.

Descalzos, como cuando jugaban en la playa a construir castillos de arena para princesas inventadas, se habían adentrado en un oasis en medio del mundo, y probablemente estaban condenados a no volver. Condenados a dormir sobre la arena, bajo un manto de estrellas, arropados por las olas, oliendo para siempre a sal.

Adoraba ver su cara dorada, un reflejo del brillo del sol en la noche, así, calmada, reposada, en su regazo. Le parecía un personaje de cuento, y la cuidaba como si estuviera a punto de desvanecerse, de convertirse en un sueño. Y ella se lo agradecía con su risa, que era como un trago de agua fresca en un mediodía de agosto.

Tenía los pies pequeños y bronceados medio enterrados en la arena, y él prefería mirar sus pies a mirar el horizonte negro, como el agua del mar por las noches. La brisa les hacía estremecerse al unísono y sus cuerpos erizados eran la única evidencia de que su imagen proyectada sobre el fondo del universo era real.

Él bostezó y ella resbaló de entre sus brazos, se acomodó junto a sus piernas y dejó que la siguiera mirando así, de perfil, hasta más allá de la noche. Con la sonrisa en el alma y sus dedos temblorosos, comenzó a escribirle versos en la arena:

Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba como antes,
cuando aún no existías,
cuando sin divisarse navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.

He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.



(Sobra decir que yo no hago poesía, y mucho menos como esta -¡ya quisiera!-. La que he escogido para ponerla en la arena es "La noche en la isla" y la escribió Pablo Neruda en Los versos del capitán)
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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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