Nunca se empieza una batalla tarde.
Las penas siempre llegan enseguida.
Tú siempre pides para nunca darme,
yo solo pido lo que tu me quitas.
El cielo que revienta de repente
como un infierno que llegó deprisa.
Guerra cobarde que a nadie defiendes
pero no lo saben, pero no lo saben...
Las penas siempre llegan enseguida.
Tú siempre pides para nunca darme,
yo solo pido lo que tu me quitas.
El cielo que revienta de repente
como un infierno que llegó deprisa.
Guerra cobarde que a nadie defiendes
pero no lo saben, pero no lo saben...
Esa bandera siempre huele a sangre,
triste paisaje todo de ceniza.
Distintas guerras, distintas ciudades
y el mismo fuego que quemó Gernika.
Tu crees que estoy cantando en el desierto,
yo sé que solo muere lo que olvidas.
Hay corazones llenos de agujeros
pero no lo saben, pero no lo saben...

Gernika, 26 de abril de 1937
{Fito & Fitipaldis}




Los días pasaban y sus manos seguían heladas, con menos callos, con ese extraño cosquilleo del que quiere crear y no puede, y empieza a temblar. Un pitillo apagado colgando del labio vacío, el pelo sucio, pero peinado hacia atrás, la barba mal afeitada y con alguna cana de más y la chaqueta del chándal con la cremallera rota, sí, pero bien colocada sobre unos hombros todavía con un atisbo de la dignidad del pasado. Y la mirada perdida escaleras abajo, viendo pasar unos pies tras otros a su lado, frenéticos, sin girarse siquiera por curiosidad. "Para lo que os van a servir las prisas...", piensa, y apoya otra vez la cabeza cansada junto a la pared de metal.




