Un segundo de silencio y, de nuevo vibrando al ritmo de otros miles de desconocidos que de repente se habían convertido en amigos íntimos. Y otra vez la emoción, la piel de gallina desde lo más alto del corazón hasta los dedos de los pies. Y al levantar los brazos, tocaban las estrellas.
Seguramente mañana, o dentro de un año, no puedan recordar cada momento ni cada canción. Pero cada golpe de batería, la vibración del suelo, el calor de los focos está ya pegado a sus mentes. El polvo mezclado con el sudor de sus caras, la frontera que separa el escenario del suelo, el sonido de la risa, el latir del corazón. Sobre todo el latir del corazón. Cada golpe rompiendo el pecho al ritmo de cada acorde. Cada golpe en cada nota, en cada grito, en cada voz. Los golpes del corazón se marcan a fuego...
El vibrar de la música rebotando en sus cuerpos, llegando hasta el fondo del alma, clavándose en las retinas, tauándose en la piel. La música que se vuelve vida, que se mete dentro, que empapa los músculos y los huesos, que se agarra a las entrañas. Y los golpes, sobre todo los golpes, los latidos del corazón unidos a la música. Y mi corazón que no deja de latir...
¡¡EXTREMÚSIKA!! (este año, desde el recuerdo)
Jo Vir, muchas gracias por este cuentecito!!! Me alegro de haberte servido de inspiración...si te apetece puedes colgarlo en mi espacio,jeje...a ver si el año que viene os gusta más el cartel y tiramos pa allí...Bueno,dentro de poco podremos ver a Marea y sentir los golpes en nuestros corazones de mimbre!!! Un besazo, mi niña!!