feb
26
De repente me desperté, y ya era jueves. Aún no entraba el sol por la ventana, en parte porque siempre cierro las persianas hasta abajo, y en parte porque el sol da en la otra fachada de la casa por las mañanas. Yo tenía un gusto agridulce de sueños en la boca, bastantes legañas y una sensación de mareo, como si me hubiese despertado un estruendo, pero lo cierto es que aquella mañana ni siquiera sonó el despertador. Saqué un pie de entre las sábanas, como siempre, pero esta vez se me estrelló contra el suelo en lugar de encajarse de manera automática en mis zapatillas de felpa. Eso fue lo que me hizo abrir los ojos del todo, y entonces comprendí rápidamente que alguien había estado allí: la alfombra arrugada, la ropa por el suelo, el escritorio revuelto. Pero sobre todo el otro lado de la cama todavía caliente. Me sentía tan desorientada que me costó encontrar la puerta, pero cuando la abrí, conseguí verlo todo claro: un minuto y cincuenta y cinco segundos para darme cuenta de que allí estaba, demostrando la evidencia de que ayer fue un miércoles cualquiera.
feb
24

Y aquellos conserjes, que nos parecían dormidos cada vez que cruzábamos como fugitivos el rellano, se convirtieron en testigos de un beso en la mejilla, de una despedida con portazo, de tacones en las manos para no hacer ruido al llegar tarde a casa y de nuestra huída aquella noche que al abrazarnos nos crecieron las alas y echamos a volar.
Y fueron los mismos conserjes que cuidaban los portales los que nos guardaron el secreto: conocían cada arrugan en nuestras pieles, pero se quedaron callados cuando llegó la hora de la verdad, dijeron "no me acuerdo, yo solo cuidaba de que la noche no se colara en mi portal", y siguieron con su crucigrama como si nada. Para devolverles el favor, les dedicamos una canción de amor con olor a cine de verano. Y los conserjes esa noche dejaron de cuidar y bailaron con las farolas, tan ligeros como si estuviesen en un sueño.
Para El CuentaCuentos
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feb
20

A veces, cuando te veo en silencio con los ojos cerrados tengo miedo de tener tantas cosas que decirte que al final se me olviden las palabras y al abrir la boca solo me salga un suspiro, un punto y seguido al final de un renglón en el que las letras se desdibujan, como vistas desde un ojo miope, o con legañas.
A veces tengo miedo de que nos lo hayamos dicho todo y entonces tu voz se abre paso dejando detrás un cosquilleo de cortinas de casa de pueblo y de pies inquietos de niño corriendo por el pasillo. Y entonces me acuerdo de las palabras que te tenía reservadas. Y entonces desenroscas tus dedos de mi pelo. Y hay silencio mientras nos hablamos.
feb
17
Aunque soy firme defensora de escribir sobre papel, lo cierto es que la inmensa mayoría de las cosas las escribo desde hace tiempo con teclado. Hace ya mucho que no me invento un cuento a boli, aunque sigo conservando la tinta para las cosas verdaderamente importantes (es decir, cuando escribo para alguien en concreto).Por eso pensaba que ya no utilizo mucho mis queridos bolis Bic, un instrumento insuperable, muy por encima del Pilot, que tiene una tinta infernal que se corre, hace que se junten las letras y que las palabras sean imposibles de entender, y traspasa tanto el papel que si lo pones boca abajo, se sigue leyendo lo que has escrito, y de cualquier otro continente de tinta.
Pero resulta que el viernes acabé con uno. La barrita que se ve a través del plástico transparente ese se ha quedado totalmente vacía, ni una gotita se ha desperdiciado.
Parece que es una tontería, pero cotilleando por ahí me he enterado de que con un boli Bic se puede escribir más de un kilómetro y medio antes de que se gaste!! Con esa barra de tinta taaaaan pequeña!!!
Vamos, que con menos de dos bolis Bic, me podría hacer el camino Higuera-Romangordo contando, por ejemplo, por qué es mejor Higuera (¿por qué siempre mido las distancias cortas en comparación con la carretera Higuera-Romangordo? Esta es una de esas cosas que debería mirarme...)
Y pensar que los dos kilómetros que he escrito con ese Bic eran, en su inmensa mayoría, apuntes en sucio sobre hojas ya impresas por el otro lado que han terminado en la caja de reciclar... cuantos metros desperdiciados, ains...
feb
11

Depende dónde trabajes (y, sobre todo, cuántos redactores haya allí) visitas más a menudo los sitios vip. Como en mi curro somos pocos, también salimos poco, así que cuando a mí me toca, lo disfruto más.
Y más que el café, el zumo de naranja recién exprimido, los bollos, los sandwiches y esos señores que hay en la puerta de los hoteles de lujo con la única función de darte los buenos días, a mí me gustan los baños, que son del tamaño de mi casa, y con más espejos. Siempre me impresiona.
Y siempre entro, aunque solo sea a dar una vuelta por allí. Y hoy el día podría haber sido perfecto en ese aspecto de no ser porque....
feb
09
Luna quiere salir del avión atravesando el techo, y mantenerse flotando entre las nubes, en cielo de nadie, en lugar de aterrizar en un aeropuerto frío en mitad del continente. Luna tiene el pelo negro y los ojos se le secan si está lejos del mar o si está lejos de las nubes, así que aunque nunca ha estado, ya sabe que no le gusta Viena. Luna vuela sola, pegada a un asiento con demasiados cinturones de seguridad, y lucha por desabrocharse y volar con sus propias alas, que son alas reales de ángel y que no se derriten si se acerca mucho al sol. No sabe quién le espera abajo, pero sabe
Experimento de El CuentaCuentos
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feb
04

Decidió reciclar el alfabeto salvando cada una de las letras, y las iba colocando suavemente por mi cuerpo: libertad en los dedos, lágrimas en la rodilla, equilibrio en la clavícula y amor en los labios. Y el poder en la planta del pie izquierdo, cuanto más lejos mejor. Y el calor en sus ojos. Y el placer en su pecho.
Aprendimos un reciclaje no publicitado en las calles, pero más efectivo, y lo hicimos nuestro. Y mezclamos las palabras hasta convertir en harina la arena y en coral el color. Y al final no quedaron en el mundo trabalenguas.
Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)
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