Orange Green Pink

El ojo que te mira

Hoy


La cama está vacía,
o quizás es solo que hoy nos parece infinita
después de que ayer nos perdiéramos
entre los laberintos
de sus sábanas...




De El CuentaCuentos
8 miradas | Lo ha visto Virginia Vadillo

Etiquetas: CuentaCuentos, Cuentos, Música edit post

Son así...



¿Te imaginas un cuento de hadas en el que ya no se puede llamar niños a los protagonistas?

Es muy fácil: se cambia la magia por risas, la moraleja por confidencias y los trucos por miradas. Y, en realidad, el cuento queda como al principio, las diferencias son casi imperceptibles.

Hay cosas que nunca cambian. O quizás sí cambian y no nos damos cuenta. O quizás cambian, y nos damos cuenta, y no nos importa. Los cuentos de hadas son así.

:)
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Etiquetas: cosas..., Niños, Personal edit post

La historia del buhonero de tres patas y las hijas del mercader


Ahora me viene a la memoria la historia del buhonero de tres patas y las hijas del mercader. Al parecer este mercader era próspero y rico gracias a las cualidades de sus tres amadas hijas. La mayor era bondadosa y justa, la mediana era fuerte y organizada, la pequeña era inteligente y pícara. Y las tres eran tan hermosas como lo había sido su madre.

Ocurrió que un día coincidieron en el mercado de una villa amurallada el mercader y el buhonero de tres patas. El buhonero era un hombre extraordinario: a pesar de que sus tres patas eran de palo, como si de un pirata por triplicado se tratase, era el hombre más veloz del reino y, probablemente, de todo el mundo conocido. El buhonero había oído mucho hablar de las tres hijas del mercader y estaba decidido a tomarlas por esposas. A las tres, puesto que ellas eran inseparables. Además, él tenía tres patas, y le pareció adecuado tener una mujer por cada una de ellas. Así que el buhonero fue a ver al mercader.

-Mercader, tú ya eres próspero y rico, deja que me case con tus hijas y retírate a descansar hasta que llegue el fin de tus días- le dijo el buhonero.

Pero el mercader sabía que sus hijas no amaban al buhonero. Además, no quería retirarse, y estaba seguro de que, sin ellas, su negocio se vendría abajo. Sin la bondad de la mayor, no sabría poner precios justos. Sin la fuerza de la mediana, no lograría soportar la presión de los malos días. Sin la inteligencia de la pequeña, no sería capaz de llevar al día las cuentas. Y sin ver la hermosura de la madre que reflejaban sus rostros, se sentiría triste y perdido cada día.
Se reunió con ellas y les comunicó la situación. Estuvieron de acuerdo en que habría que darle buenas razones al buhonero para que dejase de insistir, puesto que todos en el reino conocían lo testarudo que era.

-Le diremos que lo mejor para él es buscar a una mujer con alguna cualidad extraordinaria, como la suya. Eso sería para él lo más justo- dijo la mayor.

-Le diremos que organizar una casa con tres mujeres, y repartir el amor entre las tres le supondrá un desgaste demasiado grande- dijo la mediana.

-Le diremos que ya hemos pensado en alguien para él- dijo la pequeña. Y se fueron en su busca y le expusieron sus razones.

-Y, ¿en quién habéis pensado para mí?- dijo el buhonero, que reconoció que lo que le decían las hijas del mercader era muy razonable.

-En la adivina de tres brazos, por supuesto- dijo la pequeña justo en el momento en que la adivina de tres brazos llegaba hasta el bosque donde estaban reunidos. Y es que ella ya sabía lo que se estaba hablando allí, por algo era la mejor adivina del lugar. Era una mujer extraordinaria, ya que su brazo de más le permitía barajar a la vez más cartas del tarot y no había resquicio del futuro que se le escapase.

-Con cada uno de mis brazos podré acariciar cada una de tus patas a la vez. Sin duda que estamos destinados a estar juntos- aseguró.

-¿Y seremos felices?- preguntó el buhonero.

-Lo seremos, y tendremos hijos extraordinarios, siempre con una cualidad triple, así lo dicen mis cartas. Uno con tres ojos, que será capaz de verlo todo; otro con tres bocas, capaz de contar las más maravillosas historias habidas jamás, y un tercero con tres oídos, para que nunca se nos escape detalle.

Y el buhonero y la adivina se abrazaron. Y los seis corazones que allí estaban reunidos latieron con fuerza al unísono por aquel final feliz.

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Un cuento de niños para El CuentaCuentos

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Etiquetas: CuentaCuentos, Cuentos edit post

Piscina!


He hablado miles de veces por aquí del mar y de la playa, y creo que nunca de la piscina.

Y es curioso. Sobre todo teniendo en cuenta que vivo en Madrid, donde no hay playa, y he pasado la mayor parte de mis veranos en Higuera, donde tampoco la hay. Y que la primera vez que vi el mar tenía unos doce o trece años. Y que estuve nadando casi a diario en una piscina -cubierta- desde los diez hasta los veinte más o menos. Y que he andado tres kilómetros a las tres de la tarde del agosto extremeño por una carretera cuando no había piscina en Higuera y había que ir a Romangordo.

Supongo que la piscina tiene menos glamour, es más como de andar por casa. Y realmente la playa está muy por encima: el agua no tiene cloro, la extensión es infinita, hay olas, el moreno no es color obrero, sino color arena, puedes pasear por la orilla durante kilómetros...

Pero la piscina tiene dos cosas que me encantan: césped y sombra.

No nos engañemos: la arena de la playa es un coñazo incómoda, es mucho mejor tumbarse sobre la hierba húmeda, que además tiene un olor que me encanta. Y adoro el sol, pero a veces sentarse un rato a la sombra se agradece (y las sombras de las sombrillas de la playa... ejem...)

Todo esto viene a cuento porque ayer fui a la piscina. Es la segunda vez este verano.
¡Cuánta felicidad!
=)

Fotos de Yuli Bow (1) y Elena Kalis (2 y 3),
en la web
10x15

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Orgullo, honor y alma


Aquel día vendí mi alma, mi honor y mi orgullo, ¿y para qué? Para conseguirte aquella bicicleta. Me explico.

Tuve que cambiarle el turno a Gómez. Él nunca accede, ya sabes, todo el mundo quiere esa jornada intensiva que acaba a las tres de la tarde, así que tuve que pagarle. Pagar por trabajar, es increíble. Pero tú querías el último modelo, y yo tenía que esperar al último día para comprártela y sabes que para cuando salgo del trabajo, las tiendas ya están cerradas. ¿Te parece que pagarle a Gómez por un cambio de turno no fue vender mi orgullo?

Y, no creas, su precio fue caro. Y la bicicleta también lo era. No me alcanzaba para tanto. Y, aunque no te lo creas, no fue tan difícil. Me fui con ella por la salida de "Sin compra". Era tan descarado que nadie dudó de que fuera mía ya. Yo, que jamás había robado siquiera un chicle. ¿Te parece que aquello no fue vender mi honor?

Así que, no me digas que no estuvo justificado dispararte. Después de aquello, no podías decirme que lo que querías era una bicicleta estática, sin las preciosas y esbeltas ruedas que tenía la que yo te regalé. No me creo que no supieras montar, significaría que no tuviste infancia, me niego otra vez a creerlo. Y sí, dispararte era vender mi alma. Pero recuerda que ya había vendido el resto, y por mucho menos.

Foto
Para El CuentaCuentos
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Etiquetas: CuentaCuentos, Cuentos edit post

Videoconferencia


Esta es una videoconferencia simulada para que sepas


*que las uñas de los pies (de tus pies) siguen granates



*porque quedan más chulas así dentro de las sandalias, ¿verdad?



*y que mis lunares siguen en su sitio


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Nunca llevo el corazón encima...


...que nunca llevo
el corazón encima

por si me lo quitan...



Aunque solía guardar el corazón a buen recaudo, por lo que pudiera pasar, no consiguió impedir que, aquella noche que lo conoció, Raúl se lo robara. Se dio cuenta un tiempo después de que sus propios latidos le pertenecían ahora a otro, pero la fecha del robo quedó fijada en su encuentro de humo y escaleras. Y Raúl decidió no perder su corazón por nada del mundo, así que lo guardó en una urna y no dejó de abrazarlo, ni siquiera en sueños...

Imagen
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Etiquetas: Cuentos edit post

La puerta


La puerta era tan antigua que probablemente ya estaba allí cuando llegaron los primeros pobladores, y debieron de construir la mansión en torno a ella. Eso explicaría, por ejemplo, el eterno olor a madera mojada dentro y fuera de la casa. Explicaría también por qué al atravesarla el mundo daba un giro de 180 grados y nos dejaba colgando boca abajo, como pendiendo de un hilo transparente, con una suave sensación de balanceo.

La tarde que nos aventuramos a abrir la puerta para mirar al otro lado fue exactamente eso lo que ocurrió: nos quedamos suspendidos en el aire, y luego la misma puerta nos obligó a pasar y se cerró con un portazo extraño, suave y contundente, que dejaba claro que no había marcha atrás, pero que tampoco había peligro.

Nos miramos: no había muchas más alternativas. Apenas recordaba tu nombre, pero me pareció que lo sabía todo de ti, y me asusté por tu mirada, que demostraba que conocía paso a paso los laberintos de mi mente. Aspiramos aquel olor a madera mojada una vez más, y comenzamos a deslizarnos por las habitaciones.

Supuse que andar sobre el agua debía dar la misma sensación, a la vez inestable y firme, ondulante y lisa. Te reíste, y tu risa sonó como metales chocando entre sí. Seguramente cruzar la puerta era como traspasar un sueño, nos pusimos serios, nos sentimos profundos cuando nos dimos cuenta.

Mientras recorría las baldosas amarillas con las yemas de los dedos te perdí de vista. Y sin embargo podía oler las caricias que ibas dejando en el viento a tu paso y las huellas con que pintabas tu camino. Nos sentíamos tan cerca que en mi pecho se había quedado pegado el calor de tus abrazos.

Creo que volvimos a encontrarnos en aquella flor de metal que adornaba la puerta, ya fuera de la mansión. Estaba a punto de amanecer, pero decidimos prolongar el sueño. El olor a madera mojada se nos quedó dentro, nítido como un recuerdo. Como una foto, pero con la cámara puesta al revés, por respetar aquel giro de 180 grados. Es posible que volviéramos a atravesar el mismo umbral, pero aquella vez ya íbamos cogidos de la mano.

foto: un detalle de la puerta
de la iglesia de Higuera

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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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