Orange Green Pink

El ojo que te mira

Por si un día como hoy...


Lo que más le había llamado la atención desde el primer día que miró sus ojos profundos desde el otro lado de la acera fue su carcajada, que chocaba con las paredes con la fuerza de un ciclón que arranca los árboles de cuajo y arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Así era su risa: demolía todo resquicio de tristeza, derrumbaba las columnas de lo políticamente correcto y se llevaba por delante el resto del mundo, invadiéndolo todo, llenándolo hasta hacerlo desbordar. Por eso le desconcertó tanto ver una lágrima salada y caliente arañando su mejilla y marcando surcos en su piel.

Se sentó en silencio a su lado. Le hubiera encantado tener algo que decir, pero a veces el misterio sobrepasa las palabras y normalmente las palabras son demasiado escasas cuando se quiere hablar de sentimientos. No le secó las lágrimas, porque pensó que a veces son necesarias para limpiar el alma. Y, sin embargo, le hubiera gustado darle su calor y que de nuevo se sintiera tranquilo y seguro, y lejos del dolor.

Hizo lo único que sabía hacer: abrió la caja de acuarelas y comenzó a dibujar. Así, sentados en la acera en medio de una calle vacía de todo y de todos parecía que el mundo se hubiera detenido bajo sus pies, que todo se hubiese quedado congelado. Excepto por sus manos, por los leves movimientos del pincel sobre aquel lienzo, por los trazos de colores que iban poco a poco empapando la luz del atardecer.

Al mirarle le parecía ver solo a un niño asustado, y casi tenía ganas de abrazarle, de susurrarle al oído "quédate tranquilo", de apartar de su frente el pelo rubio y liso, como si fuese el de un bebé. Las acuarelas seguían a su ritmo, como si quisieran borrar de una pincelada la preocupación de sus ojos, las arrugas de su frente, sus labios temblorosos que trataban de decir sin palabras todo aquello que nadie sabe decir.

Parecían dos puntos diminutos que se pierden en la inmensidad de una acera de adoquines grises. Solos en medio de nada, tal vez eso era también lo bonito. Pasó una mano por su pelo, y él se giró a mirarla y chocó de frente con su sonrisa suave, con sus ojos serenos, con el beso de sus caricias de hada. Colocó despacio el dibujo en sus rodillas, y acercó los labios a su oído para decirle bajito: "Te he pintado una sonrisa, por si un día como hoy te cuesta demasiado usar la tuya".
4 miradas | Lo ha visto Virginia Vadillo

Etiquetas: Cuentos edit post

4 miradas

  1. David Martín on 15 de junio de 2008, 22:58

    Qué grande (ponle mi entonación habitual cuando digo esto como si me quitara el sombrero y ya tienes el comentario davidiano).

    No digo más porque ya está dicho todo.

     
  2. Anónimo on 17 de junio de 2008, 14:14

    =) Gracias. Está escrito con cariño =)

     
  3. Anónimo on 27 de junio de 2008, 12:58

    Con solo una sonrisa... mi cabeza volvio loca... nanana nanana

    QUE BONITO!

    (Grandisisisisimo regalo)

     
  4. Virginia Vadillo on 1 de julio de 2008, 13:40

    está guay, estos comentarios escondidos que dejas a veces...
    El regalo no es tan grande, eh!! XDD
    Te quiero!

     


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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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