No me miras nunca, la mayoría de las veces ni siquiera te das cuenta de que he llegado. Tampoco yo, puedo no prestarte atención durante horas. Y de repente, ¡plaf!, un chispazo, como un cortocircuito, tus ojos se cruzan con los míos y sé que se han desviado: a mi sonrisa, a mi escote, a mi cintura, a mis piernas, a mis ojos otra vez, todo en menos de un segundo. Eso me gusta. Como tu vino.
Es la segunda vez que lo tomamos juntos. Bueno, sí, con los otros siete que trabajan con nosotros. Pero tú me has servido el vino todas las veces. Bueno, sí, al resto también. Pero sólo yo me he fijado en la vena que se te marca en el brazo al sujetar la botella, en la arruga que te sale en la frente cuando lo viertes en la copas que regalaban con el periódico, en el giro de muñeca para que no se derrame ni una gota. Y sólo tú te has fijado en como cierro los ojos cuando trago, en como sujeto el vaso entre los dedos, en como me apoyo en la mesa del jefe ahora que está de vacaciones.
Cuando te he ayudado a recoger ya sabías que vivíamos cerca, ¿verdad? Y hoy no salías antes, te lo has inventado sólo para enseñarme la tapicería de cuero blanco de tu Mini Cooper S gris perla metalizado. Sabías que diría que sí, aunque tenías que dar ese falso rodeo para ir a quién sabe dónde. Excusas para perderte, para dar vueltas por Madrid: Castellana, Plaza Castilla, nacional I, otra vez Castellana, La Paz, Sinesio Delgado, Francos Rodríguez, Bravo Murillo, tu casa...
-"¿Otro vinito? Por las molestias, venga, tómate otro en mi casa"- Tu sonrisa ha podido conmigo, vamos a por la tercera copa, esta vez de verdad juntos.
;-)