Orange Green Pink

El ojo que te mira

Labios (al trasluz)


...como un beso puesto al trasluz...



Tus labios de incógnita, que se me escapan, que me rehuyen, que se desvanecen sobre mi almohada vacía al despertar cada mañana. Tus labios suaves y ocultos, fugaces, voraces, despiadados, seguros. Tus labios de sueño, de ficción fingida, que nadie sabe hasta qué punto existieron y hasta qué punto fueron un destello deslumbrante del sol. Tus labios de excesos que ríen, que mienten, que guardan tu sangre, que burlan mis pasos. Tus labios dejando al trasluz mis besos, escapando a mis palabras, olvidando aquel pasado, mi pasado y todos los pasados. Tus labios de futuro, que se comen el presente, que me dejan hambrienta de otro beso, de esos labios, de tu boca, de tu cuerpo, de tu cuello, de otro beso otra vez más. Tus labios que se esconden. Y mis labios, que no paran de buscarte.
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Déjame...



Déjame que sea el dueño
de tu boca de aguardiente,
de tus gritos en caliente,
de este amor a bocajarro...


{Poncho K}
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Otra noche (cae)



Dame, calla, siente, ten.
Dime, escucha, duerme, cuídate.
Ríe, para, sigue, rómpeme.
Toca, huele, muerde, se.

Grita, sopla, mira, trae.
Rasga, arranca, mancha, bésame.
Piensa, corre, huye, quédate.
Gira, vuela, suspira, cae.

Contigo, mañana, otra noche. Ven.
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Las calles de Nora


Las calles no están igual de heladas para todos, es un fenómeno curioso. Cuando Nora bajó del autobús en mitad de la plaza de Callao, le pareció que el frío le cortaba las mejillas, pero fue solo un instante. Después, el ruido y la gente y el humo la envolvieron de nuevo y un calor seco, ese calor de lejos del mar, la atrapó otra vez. Aún así, el sudor que le bajó por la columna vertebral era frío, tan frío como el aire de una tarde de noviembre como aquella.

Preciados abajo, entre bolsas de papel, vendedores de humo e hilo musical de olor peruano, el tiempo parecía esfumarse y se hacía pequeño entre los escaparates. Cuarenta y ocho empujones después, el reloj que en lugar de horas marca años brilló ante sus ojos. Cruzar la plaza es otra odisea, hay que quitarse la bufanda y desabrocharse el abrigo, porque las prisas suman más y más calor a la lejanía del mar.

Luego, sobre la baldosa que señala el kilómetro cero, vuelve a hacer frío otra vez. Será porque es el punto de partida, o tal vez porque todo está un poco más lejos desde allí. La otra opción es la maraña de gente que espera sobre la baldosa de medio metro cuadrado, y que siempre está sola. Quedar en el kilómetro cero es saber que nunca llegará la persona que esperas. Nora también lo sabía, lo había sabido siempre y aún así, cruzó deprisa la calle entre pitidos de coches y aspavientos de agentes de movilidad.

Inmóvil bajo el reloj, con las manos en los bolsillos y los hombros encogidos pensó una vez más, como primer día que pisó la plaquita de piedra y metal, que Madrid es igual de día y de noche, con más bombillas de noche, con menos turistas de día. Como un hormiguero en el que todos tienen prisa. Y con diferentes temperaturas en las calles, según quien las pise cada vez.

Cuando suenan las campanadas de en punto, espera a las de y cuarto, y cuando suenan las de y cuarto decide esperar hasta las de y media. Pero suenan las de y media, las de menos cuarto y las de en punto otra vez, y de tanto entrar y salir y dar vueltas a la placa, la acera se está desgastando, así que, con cara de circunstancias, camina despacio en dirección a la plaza Mayor.

Sin motivo aparente, tal vez porque la plaza es el extremo opuesto al kilómetro cero, porque allí siempre encuentras a quien buscas. O por lo menos, es seguro que vas a encontrar una mirada, un olor a castañas asadas entre las voces multicolores de los turistas o, por qué no, una caricatura de tu vida envuelta en papel de dibujo de mala calidad. Seguramente por eso Nora caminó aturdida hasta allí.

Como el resto de las calles, la plaza Mayor no tiene la misma temperatura para todos y depende de los pies. Los de Nora la sintieron húmeda y caliente, como el vapor de agua. Y ese vapor lo envolvía todo, y lo hacía borroso a la vista. A veces pasa, en las noches de noviembre como aquella -porque las tardes en invierno duran tan poco que es de noche de repente-, que esa niebla indescriptible absorbe la plaza Mayor. Así que es imposible salir de ella: el rectángulo se convierte en un laberinto inmenso de baldosas resbaladizas, todas idénticas: no hay camino de baldosas amarillas para escapar.

Paseando por mi laberinto de baldosas húmedas -frías para mis pies-, sin contar ya con encontrar alguno de los arcos por los que se sale de la plaza, me encontré con los ojos vidriosos de Nora. Supe enseguida que sus pies estaban calientes, que había esperado sobre el kilómetro cero, que se había desabrochado el abrigo al cruzar la plaza, que había mirado el reloj que cuenta años en lugar de horas. Sin duda, era a ella a quien había estado esperando. Todavía con la niebla a medio disipar y los caminos del laberinto de la plaza confusos, Nora me reconoció también. La temperatura del asfalto se volvió agradable bajo nuestros pies.
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Tu ombligo


Medio metro entre nosotras y Chaouen en un conciertazo medio acústico (el otro medio con la banda) con los temazos de siempre y con muchas canciones nuevas (ya no le puede quedar mucho al disco, ¡¡seguro!!).

Él bromea sobre un "repertorio alternativo" y pide que le hagamos una lista de treinta canciones para que las cante en el próximo concierto así que, como nadie se arranca, nosotras cogemos un folio y hacemos la nuestra. En dos pasos estoy en el escenario, y se la dejo al lado del cubata... ¡¡ahí la ve seguro!!


El concierto se acaba, y Carlos se va sin nuestra lista. Encienden las luces, la gente empieza a levantarse... pero aparece de nuevo en el escenario y toca un tema más.

No sé si tuvo o no que ver, pero Tu ombligo fue la primera que pusimos en la lista...


No estoy bien en ningún sitio y nadie entiende lo que digo
yo preparo mi equipaje
y me adentro en tu ombligo...

No te vayas de mis manos aunque te mueras de frío,
porque cuando llegue el alba no soportaré el rocío....

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Diamante


Que Fito es grande no es ninguna novedad. Ya lo era con Platero y Tú, el que para mí sigue siendo el mejor grupo con diferencia, y lo es ahora con los Fitipaldis. Por eso, y porque ha vendido un montón enorme de discos, ayer le premiaron con un Disco de Diamante.


Y estos ojos que no dejan de mirar a Fito (¡¡y que le deben a él su nombre!!) no podían dejar de comentarlo =D

¡¡Enhorabuena, maestro!!

De regalo, os dejo el enlace a su web oficial, para que veáis alguna cosilla de él...


... una entrevista chula que he leído esta mañana en 20 Minutos...
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Y este vídeo, que es el de la primera canción que oí de Fito & Fitipaldis, y con la que me hice adicta a ellos ;)


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...el mejor...



El mejor de los pecados,
el haberte conocido...
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Cuatro pies


Cuatro pies se deslizan deprisa por la tarima de madera, como si volasen, como sin esfuerzo. Cuatro pies al unísono, como otra nota de la melodía, encajando cada paso con un golpe, aferrados al ritmo y girando una vez más. Cuatro pies con tacones que se olvidan del dolor, que se convierten en música, que dejan el mundo fuera del escenario, y lo convierten en público mientras pisan el pasado, mientras se pierden en un bucle del presente. Cuatro pies que se unen a unos cuerpos convertidos en partitura, aferrados uno al otro, fundidos mano a mano en su vaivén. Cuatro pies que son ahora cuatro negras en la misma línea del pentagrama, cuatro pies que se separan y se juntan afinando cada acorde. Cuatro pies que son parte de la música, hasta que la música se convierta en silencio, y los pies vuelvan a ser parte de un humano más.
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·
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...tus pies bailan un tango
con mi pasado...
{Sabina}
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Círculos de arcoiris


La pantalla del ordenador está llena de círculos de arcoiris: es la señal inequívoca de que, un día más, lleva demasiadas horas sentado ahí delante, inmóvil, con los ojos como platos -como platos que tuvieran pegados restos de comida reseca, eso sí. El cuello como una piedra es la prueba irrefutable de que necesita levantarse y correr durante horas. El tema de los ojos va aparte, demuestra simplemente que dormir sí es imprescindible. Otro trago a la cocacola, que se ha quedado sin gas y que ni de lejos espanta ya al sueño, y de nuevo clava los dedos en el teclado que le devuelve un eco sordo demasiado repetido a estas horas ya.

"Media hora más y lo dejo". Lo mismo pensó a las seis de la tarde y, aunque sabe que es mentira, a todos nos gusta engañarnos de vez en cuando, como si no fuéramos conscientes de que esa mentira no se va a cumplir. Y en un parpadeo la media hora se ha esfumado, pero la pantalla sigue en el mismo punto, ni un cambio, ni un avance, seguramente algún círculo de arcoiris de más.

Lo más grave, sin embargo, no son los círculos de arcoiris, ni la espalda resentida, ni los hombros cargados. Lo más grave, aunque no quiera reconocerlo, aunque no sepa descifrarlo, es que ha muerto la capacidad de pensar, es que los dedos ya no marcan letras en un orden lógico, es que las horas se consumen solas, a cada parpadeo, una hora más.

Pero se da otra media hora, otra oportunidad, un penúltimo intento, seguramente fallido también, para terminar aquello que empezó, no recuerda bien cuándo ni por qué. El ring del teléfono se escucha distante, como si no fuera real, como si fuese menos cierto que las letras borradas del teclado, que las marcas de sus gafas a los lados de la nariz, que esos malditos círculos de arcoiris que se posan por la pantalla sin clemencia. "No lo cojo, que me entretienen". En el mismo segundo se activa el contestador...

"Oye... tío... hace días que no apareces por aquí... A mí me da igual lo que hagas, pero, oye, no puede ser bueno trabajar tanto... Ha llamado tu madre un par de veces, dice que habías quedado con ella, que no fuiste a comer... ¿No has comido en este tiempo, no? Tío, en serio, levanta de ahí y tomamos unas cañas..."

Y de repente comprende: comprende la rigidez del cuello, los pies dormidos, los ruidos en su estómago, su lengua de estropajo, los círculos de arcoiris. ¿Cuánto tiempo sin cambiar de posición, sin cerrar los ojos, sin mover las piernas? Y se acabó. No más medias horas más, no más, hasta ahí podíamos llegar.

Se hubiera levantado de un salto en ese instante, y hubiera arrojado la pantalla por la ventana para no verla más. Pero ya es demasiado tarde. Ya es parte de la oficina, como la mesa o la silla. Clavado al ordenador. De por vida.
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La guerra trae más guerra..


...pues eso:





Es un anuncio de Peace Reporter
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Ganas


Ganas de la risa, de escapar por la ventana y trepar por tu espalda y anclarme en tu cuello. Ganas de tus manos sujetando mis caderas, de tus ojos que me piden que me quede, de tus uñas que se clavan en mi espalda. Ganas de un susurro entre sueños, del sabor salado de tu sudor en mi boca. Ganas del silencio, de tu paz, de los hombros redondos, de tus brazos. Ganas de enredarme en tus lunares, de morderte las orejas, de aferrarme a tu saliva. Ganas de que lo envuelvas todo y lo abarques todo y lo llenes todo, y lo vacíes. Ganas de engancharme entre tus dedos, de un suspiro tranquilo, del sosiego al despertar. Ganas del olor de las palabras y del estruendo de los latidos de mi pecho cuando choca contra el tuyo. Ganas de arrasar la cosecha, de quemar las reservas, de consumir sin pausa todo el tiempo. Ganas, y yo pierdo esta batalla. Ganas de ti, de ti, de ti, de ti. Ganas y más ganas.
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Insomnio


Sé que esta noche no voy a dormir...


... y con la almohada empapada en sudor
contaré los minutos
¡¡qué lento andará ese reloj!!
·


·

·


...qué larga es la noche si esperas el día...

Los sueños que busco
no encuentro en la oscuridad

Platero
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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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