


de tu boca de aguardiente,
de tus gritos en caliente,
de este amor a bocajarro...

Dime, escucha, duerme, cuídate.
Ríe, para, sigue, rómpeme.
Toca, huele, muerde, se.
Grita, sopla, mira, trae.
Rasga, arranca, mancha, bésame.
Piensa, corre, huye, quédate.
Gira, vuela, suspira, cae.
Contigo, mañana, otra noche. Ven.
Preciados abajo, entre bolsas de papel, vendedores de humo e hilo musical de olor peruano, el tiempo parecía esfumarse y se hacía pequeño entre los escaparates. Cuarenta y ocho empujones después, el reloj que en lugar de horas marca años brilló ante sus ojos. Cruzar la plaza es otra odisea, hay que quitarse la bufanda y desabrocharse el abrigo, porque las prisas suman más y más calor a la lejanía del mar.
Luego, sobre la baldosa que señala el kilómetro cero, vuelve a hacer frío otra vez.

Inmóvil bajo el reloj, con las manos en los bolsillos y los hombros encogidos pensó una vez más, como primer día que pisó la plaquita de piedra y metal, que Madrid es igual de día y de noche, con más bombillas de noche, con menos turistas de día. Como un hormiguero en el que todos tienen prisa. Y con diferentes temperaturas en las calles, según quien las pise cada vez.
Cuando suenan las campanadas de en punto, espera a las de y cuarto, y cuando suenan las de y cuarto decide esperar hasta las de y media. Pero suenan las de y media, las de menos cuarto y las de en punto otra vez, y de tanto entrar y salir y dar vueltas a la placa, la acera se está desgastando, así que, con cara de circunstancias, camina despacio en dirección a la plaza Mayor.
Sin motivo aparente, tal vez porque la plaza es el extremo opuesto al kilómetro cero, porque allí siempre encuentras a quien buscas. O por lo menos, es seguro que vas a encontrar una mirada, un olor a castañas asadas entre las voces multicolores de los turistas o, por qué no, una caricatura de tu vida envuelta en papel de dibujo de mala calidad. Seguramente por eso Nora caminó aturdida hasta allí.
Como el resto de las calles, la plaza Mayor no tiene la misma temperatura para todos y depende de los pies. Los de Nora la sintieron húmeda y caliente, como el vapor de agua. Y ese vapor lo envolvía todo, y lo hacía borroso a la vista. A veces pasa, en las noches de noviembre como aquella -porque las tardes en invierno duran tan poco que es de noche de repente-, que esa niebla indescriptible absorbe la plaza Mayor. Así que es imposible salir de ella: el rectángulo se convierte en un laberinto inmenso de baldosas resbaladizas, todas idénticas: no hay camino de baldosas amarillas para escapar.
Paseando por mi laberinto de baldosas húmedas -frías para mis pies-, sin contar ya con encontrar alguno de los arcos por los que se sale de la plaza, me encontré con los ojos vidriosos de Nora. Supe enseguida que sus pies estaban calientes, que había esperado sobre el kilómetro cero, que se había desabrochado el abrigo al cruzar la plaza, que había mirado el reloj que cuenta años en lugar de horas. Sin duda, era a ella a quien había estado esperando. Todavía con la niebla a medio disipar y los caminos del laberinto de la plaza confusos, Nora me reconoció también. La temperatura del asfalto se volvió agradable bajo nuestros pies.
Él bromea sobre un "repertorio alternativo" y pide que le hagamos una lista de treinta canciones para que las cante en el próximo concierto así que, como nadie se arranca, nosotras cogemos un folio y hacemos la nuestra. En dos pasos estoy en el escenario, y se la dejo al lado del cubata... ¡¡ahí la ve seguro!!
El concierto se acaba, y Carlos se va sin nuestra lista. Encienden las luces, la gente empieza a levantarse... pero aparece de nuevo en el escenario y toca un tema más.
No sé si tuvo o no que ver, pero Tu ombligo fue la primera que pusimos en la lista...
No estoy bien en ningún sitio y nadie entiende lo que digo
yo preparo mi equipaje
y me adentro en tu ombligo...
No te vayas de mis manos aunque te mueras de frío,
porque cuando llegue el alba no soportaré el rocío....



Y este vídeo, que es el de la primera canción que oí de Fito & Fitipaldis, y con la que me hice adicta a ellos ;)

con mi pasado...

"Media hora más y lo dejo". Lo mismo pensó a las seis de la tarde y, aunque sabe que es mentira, a todos nos gusta engañarnos de vez en cuando, como si no fuéramos conscientes de que esa mentira no se va a cumplir. Y en un parpadeo la media hora se ha esfumado, pero la pantalla sigue en el mismo punto, ni un cambio, ni un avance, seguramente algún círculo de arcoiris de más.

Lo más grave, sin embargo, no son los círculos de arcoiris, ni la espalda resentida, ni los hombros cargados. Lo más grave, aunque no quiera reconocerlo, aunque no sepa descifrarlo, es que ha muerto la capacidad de pensar, es que los dedos ya no marcan letras en un orden lógico, es que las horas se consumen solas, a cada parpadeo, una hora más.
Pero se da otra media hora, otra oportunidad, un penúltimo intento, seguramente fallido también, para terminar aquello que empezó, no recuerda bien cuándo ni por qué. El ring del teléfono se escucha distante, como si no fuera real, como si fuese menos cierto que las letras borradas del teclado, que las marcas de sus gafas a los lados de la nariz, que esos malditos círculos de arcoiris que se posan por la pantalla sin clemencia. "No lo cojo, que me entretienen". En el mismo segundo se activa el contestador...
"Oye... tío... hace días que no apareces por aquí... A mí me da igual lo que hagas, pero, oye, no puede ser bueno trabajar tanto... Ha llamado tu madre un par de veces, dice que habías quedado con ella, que no fuiste a comer... ¿No has comido en este tiempo, no? Tío, en serio, levanta de ahí y tomamos unas cañas..."

Se hubiera levantado de un salto en ese instante, y hubiera arrojado la pantalla por la ventana para no verla más. Pero ya es demasiado tarde. Ya es parte de la oficina, como la mesa o la silla. Clavado al ordenador. De por vida.
... y con la almohada empapada en sudor
contaré los minutos
¡¡qué lento andará ese reloj!!
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...qué larga es la noche si esperas el día...
Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)
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