La luna estaba zurcida al techo: cogerla no fue fácil y cuando lo conseguimos, no estábamos dispuestos a dejarla escapar. Así que la colocamos allí, se reflejaba en tus ojos a cada puntada que dábamos, y se quedó tan quieta que supimos que aquella noche no iba a acabarse nunca. Luego siguió allí, sobre nuestros besos, no hizo esfuerzos por escapar. Y yo la buscaba en tu sonrisa, en tus lunares, en las arrugas de tu cuello, para acariciarla con las yemas de los dedos y llenarla de mis huellas dactilares.El sol intentó salir, y a lo mejor incluso llegó a conseguirlo, no me he fijado. Pero la luna seguía ahí arriba, igual de azul que en los murales de Miró, igual de fija y de abstracta, igual de sencilla, igual de imprevisible, igual de caliente que aquella noche de verano. Y tú la buscabas en mi ombligo cuando estaba llena, en mis pestañas cuando era creciente, en mis dientes si menguaba.
La luna estaba zurcida al techo desde que decidimos regalárnosla. ¿Qué cara tiene la luna de tu techo? La del mío tiene cara de ti cuando duermes a mi lado, para que no pueda echarte de menos.
Para ElCuentaCuentos
Foto: Mural de Luna. Joan Miró
Foto: Mural de Luna. Joan Miró





