Tenía los dedos de escarcha, como puras estalactitas colgando de sus manos. Él lo sabía desde el principio pero, aún así, tenía ganas de abrazarla cada vez que se cruzaban. El día que besó su cuello tuvo miedo de que al tocarle, con el calor de su pecho, sus dedos comenzaran a derretirse y que a los dedos les siguiera el resto del cuerpo. Se la imaginó desapareciendo a sus pies como un charco de lluvia, o evaporándose y convirtiéndose en nube. Así que aquella noche la miró desde el balcón mientras se alejaba calle abajo, en silencio.Al día siguiente, ella le habló de las ventajas del riesgo. Sentados frente a frente en el borde de la cama, se cogieron de las manos, se entrelazaron los dedos, sus dedos de escarcha con los dedos de carne de él.
Tenía razón: sus manos no aguantaron el calor. Pero se equivocó al pensar que desaparecería. Se abrazaron y la escarcha de ella se fundió lentamente con la piel de él, primero en los dedos, y luego en todo lo demás. Cuando despertaron ya era imposible saber quién era quién, y la escarcha y el calor se habían vuelto irreconocibles.

ATENCIÓN. MOMENTO PARA EL RECUERDO. MÁS IMPORTANTE QUE LA ONOMÁSTICA DE JULIO CÉSAR. HOY, 25 DE NOVIEMBRE, VIRGINIA VADILLO HA ESCRITO ESTE TEXTO. Y YO, DAVID MARTÍN, LO LEO A LAS 22,08 MINUTOS DE LA NOCHE, 22 MINUTOS ANTES DE LA HORA HACHE DEL DÍA D DE TODOS LOS SANTOS.
¡Arrepentíos! El fin de los días está próximo.
(En cuanto a ti, mala pécora, igual me autodedico este cuentecito tan emotivo, pero hasta mañana no pienso confirmarlo).
AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Suprimido queda lo anterior. He dicho. Y me la sopla. Soy el tío más duro que entra en este blog. ¡No te jode!
jajajaja, es curioso como gustan o dejan de gustar las cosas según te encuentres en cada momento ;)
A mí también me pasa, supongo que a todo el mundo, me hace mucha gracia!! XDDD