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El ojo que te mira

Alicia (y el país de las maravillas)


Alicia pasea arriba y abajo sus siete centímetros de tacón arrancando mil ecos del falso mármol de la estación. Tiene la mirada perdida en algún punto de las vías, como si de tanto mirar, el tren se fuera a dar más prisa. Se coloca una y otra vez el vestido, el pelo y la mirada en el reflejo del cristal, pero continúa con la cabeza alta, como si no le afectara la espera, como si siguiera indiferente a tu llegada, como si encontrarte allí fuese fruto de la casualidad.

Alicia tiene el estómago lleno de nudos, y no ha comido nada en todo el día. Se disimula las ojeras con un espejito de mano y no se atreve a ir al aseo, por si en ese preciso momento llegara el tren, tu tren... su tren. Y siente que la única verdad en la mentira de su vida es que no ha sido capaz de calcular la hora de llegada y mucho menos la hora de salida.

Jamás va a reconocer que lleva días parada, esperando. Esperando el tren. Esperándote. Esperando romper las baldosas a cada pisada. Esperando que sea por fin el último día de la espera. Y parada al otro lado de las vías, al otro lado del cristal. Parada al otro lado de tu vida y de su vida. Parada siempre al otro lado, sin encontrar su lugar.

La ciudad entera ha viso sus rizos dorados, su vestido azul, sus tacones imponentes, pero ella sigue ajena al mundo, como si en su ignorancia supiera que hoy es el día, que hoy parte el tren que llega hasta el país de las maravillas. Pero el reloj marca las once, y el eco de sus pasos es cada vez más fuerte, porque el resto de los ruidos son cada vez más débiles.

Busca tu cara entre quienes acaban de bajar, cientos de maletas que se arrastran cansadas, un beso, un abrazo, alguien que mira perdido hacia el techo, alguien que sabe que nadie le ha venido a esperar. Las vías chirrían de nuevo, y tú sigues sin aparecer. Los fantasmas de la estación lo están ocupando todo y Alicia, en medio de nada y en medio del mundo, se coloca el vestido y el pelo y clava firme sus tacones en el suelo, con la cabeza alta, como si no importase nada, como si no esperase nada, como si se alegrara al fin.

El país de las maravillas tendrá que esperar un día más... A Alicia le queda un día menos para encontrar el país de las maravillas...
2 miradas | Lo ha visto Virginia Vadillo

Etiquetas: Cuentos edit post

2 miradas

  1. Anónimo on 22 de agosto de 2007, 15:16

    Es muy bonito el cuento. Las esperas en la estacion son asi! (tambien desde dentro del tren...). Molan esas esperas con nervios, aunque luego pienses "¡trankilidad!" xDD, pero tienen que ser asi!!.

    Y lo mejor, sin duda, es quitar esos nervios..., es compensar 4 horas en un segundo...

    Alicia no tiene que esperar un dia mas... sino un dia menos... xD.

     
  2. Anónimo on 23 de agosto de 2007, 13:19

    Yo odio las esperas!! XDDD soy impaciente, siempre quiero que las cosas sean ya! XDD
    Pero si lo piensas, cuanto más esperas una cosa (o cuanto más larga se te hace la espera), mejor es, o más ilusión te hace =)

    y... me encanta ese final... de hecho... creo que el cuento se merece un final así, así que te lo robo... ¡¡Gracias!! ;)

     


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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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