...todo mi universo

Vamos a trepar a la copa de este sol de enero

Tu silencio lo había llenado todo como el silencio de una estrella a la que se pide un deseo. Y no me atreví a gritar para no asustarte pero, a ratos, por las noches, hubiera preferido romper los espejos y cortar con ellos los trozos que le sobran a mi vida para dejar más espacio aún a tu voz.


Hasta que me di cuenta de que era tu mirada la que me estaba hablando, la que llevaba diciendo durante eternidades enteras que sí, que opinas lo mismo, que tú también te has llenado de mi silencio, de mis estrellas, de mis espejos y de mi voz...

Alicia pasea arriba y abajo sus siete centímetros de tacón arrancando mil ecos del falso mármol de la estación. Tiene la mirada perdida en algún punto de las vías, como si de tanto mirar, el tren se fuera a dar más prisa. Se coloca una y otra vez el vestido, el pelo y la mirada en el reflejo del cristal, pero continúa con la cabeza alta, como si no le afectara la espera, como si siguiera indiferente a tu llegada, como si encontrarte allí fuese fruto de la casualidad.

Alicia tiene el estómago lleno de nudos, y no ha comido nada en todo el día. Se disimula las ojeras con un espejito de mano y no se atreve a ir al aseo, por si en ese preciso momento llegara el tren, tu tren... su tren. Y siente que la única verdad en la mentira de su vida es que no ha sido capaz de calcular la hora de llegada y mucho menos la hora de salida.

Jamás va a reconocer que lleva días parada, esperando. Esperando el tren. Esperándote. Esperando romper las baldosas a cada pisada. Esperando que sea por fin el último día de la espera. Y parada al otro lado de las vías, al otro lado del cristal. Parada al otro lado de tu vida y de su vida. Parada siempre al otro lado, sin encontrar su lugar.

La ciudad entera ha viso sus rizos dorados, su vestido azul, sus tacones imponentes, pero ella sigue ajena al mundo, como si en su ignorancia supiera que hoy es el día, que hoy parte el tren que llega hasta el país de las maravillas. Pero el reloj marca las once, y el eco de sus pasos es cada vez más fuerte, porque el resto de los ruidos son cada vez más débiles.

Busca tu cara entre quienes acaban de bajar, cientos de maletas que se arrastran cansadas, un beso, un abrazo, alguien que mira perdido hacia el techo, alguien que sabe que nadie le ha venido a esperar. Las vías chirrían de nuevo, y tú sigues sin aparecer. Los fantasmas de la estación lo están ocupando todo y Alicia, en medio de nada y en medio del mundo, se coloca el vestido y el pelo y clava firme sus tacones en el suelo, con la cabeza alta, como si no importase nada, como si no esperase nada, como si se alegrara al fin.

El país de las maravillas tendrá que esperar un día más... A Alicia le queda un día menos para encontrar el país de las maravillas...

Lo peor de las vacaciones, como todo el mundo sabe, es que se acaban. Supongo que en parte eso es también lo bueno, porque si siempre fuesen vacaciones no existirían las ganas de que lleguen, las prisas por disfrutarlas y el estirar el tiempo hasta el último minuto.
De hecho, cuando tenía tres meses libres, no lo disfrutaba ni la mitad que ahora (claro, que estos últimos veranos que no he tenido ni tres minutos empezaban ya a pesar mucho!).
He pensado en que me de una depresión posvacacional de esas, pero, la verdad, me parece hasta injusto cuando comparo mi moreno tropical con el blanco-oficina de mis compañeros. Así que, a volver a la rutina, a escribir, a madrugar (aunque no mucho) y a dejar de salir (aunque no mucho tampoco, jeje!).


Según iba haciendo cosas en mis tres semanas de gloria (aún me quedan 7 días más para vaguear de aquí a diciembre) se me ocurrían un montón de post chulos, pero claro, soltarlos ahora aquí todos de golpe tampoco tiene demasiado sentido. Mejor hago un resumen para dar un poquito de envidia (y de paso me saco una sonrisa a mí misma acordándome de todo lo que me ha dado de sí el tiempo.


De Madrid directa a Mazarrón... en la isla donde tú estés, allí quiero naufragar...

Ni siquiera 24 horas después para poner rumbo a Ribeiro, a comer más cosas marinas que en toda mi vida junta, a bañarme en un agua más fría de lo que el cuerpo puede soportar, a conducir el yate de Dani y a tostarnos en una isla desierta de arena blanca cual paraíso (calor y sol incluidos)

Un día, y sólo uno para el cambio de maletas... ¡¡¡Higuera!!! Eso sí que no lo cambio por nada en el mundo... creo que ya lo dije una vez... si vuelvo a nacer, te busco sin duda =D

Y 24 horas más para poner rumbo a Almuñecar, un pueblo de pescadores con cuatro casas sin fiesta y sin nada... XDDDD


Ha merecido mucho, mucho la pena. Lo he disfrutado como hacía años. La vuelta al trabajo se está haciendo bastante cuesta arriba, menos mal que hoy ya es viernes, y tengo un respiro otra vez. Lo bueno es que como los afortunados estudiantes siguen de vacaciones, y sigue siendo verano, es como si fuese un poco de vacaciones todavía.
Quizás me quede tiempo para disfrutar por las tardes un ratillo de aquel antiguo placer de tirarnos en el Donqui a no hacer nada, que también tiene su encanto y, para qué nos vamos a engañar, hasta lo echo de menos.

Ahora a pensar en la siguiente escapada, ya veremos donde y cuando, tengo que gastar esos días que me quedan. De momento, vuelvo a este ojoquetemira, a ver si lo voy actualizando un poquillo, que ya lo echaba de menos también ;)