Orange Green Pink

El ojo que te mira

Sin más


(...)

Se miraron. Les brillaban los ojos y les brillaba la risa. De repente la atmósfera se había vuelto extraña y ligera, un aire distinto les envolvía. Era como un viaje al pasado, al país de quien aún no conoce el desamor. Se rieron de si mismos una vez más, tal vez después de tanto tiempo era la primera vez que se reían así, cara a cara, él de ella, ella de él. Y era probable también que, por primera vez, no se entendieran. No se preguntaron por qué, ni cómo, ni qué, porque no hubiesen encontrado la respuesta, ni siquiera en lo más escondido de sus corazones. Sus corazones, en carne viva, más vivos que nunca y, sin embargo, tranquilos. Latiendo a ritmo, como si nada hubiera ocurrido.

Se acordaron de aquellos otros besos, los de la primera noche, los de cuando críos. Unos besos que al final les habían dolido, que al final habían pesado demasiado, que se habían vuelto parte del olvido, como todo lo demás. Y recordaron sus corazones en aquella ocasión, y comprendieron que aquellos fueron besos de bienvenida, y estos lo eran de despedida. Por eso, por si no volvían a verse jamás, por si la vida no volvía a ponerles al lado una noche junto al quicio de la puerta, no se atrevieron a romper el abrazo. Se hablaron en susurros, las bocas pegadas, se miraron las almas a través de las pupilas, y descubrieron que, aunque fuese una locura, aunque fuese un imposible, seguían siendo parte del otro. Y, sí, creo que fue precisamente aquello lo que paró el mundo bajo sus pies, lo que produjo un frenazo de sus corazones, lo que congeló el tiempo en sus manos.

Boca arriba en sus camas, tardaron aún un rato en dormirse. Cada uno lo había visto en los ojos del otro, y estaban seguros. Una vez habían engañado a la vida, se habían separado, se habían abandonado aún a sabiendas de que no estarían completos ya nunca más. Ninguno se acordaba ya de aquello, pero sus ojos, sus bocas, sus besos, la luna de ese día se lo habían recordado. Sus almas habían sido inventadas para cruzarse, para juntarse, para mezclarse. Lo sabían. Lo supieron entonces y lo habían vuelto a saber ahora. Y, como aquella vez, lo dejaron pasar, sin remedio, sin vuelta atrás, sin final, sin más.

(...)
2 miradas | Lo ha visto Virginia Vadillo

Etiquetas: Cuentos edit post

2 miradas

  1. shura on 6 de febrero de 2007, 1:24

    Es curioso. Lo he leido muchas muchas veces. Las primeras veces me parecio muy triste... Mientras que en las siguientes, me parecia algo "bonito". Y si ahora me preguntasen que me parece... diré, que me parece simplemente precioso!!!.

     
  2. María on 6 de febrero de 2007, 8:54

    Precioso, Vir. Hace mucho tiempo que no leia un cuento tuyo, y me ha encantado.

    Por cierto, para cuando el pase de Despierta?

    Besos!

     


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Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)

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