He visto moverse tu cuerpo como si fuese de mentira, como un espejismo, como si estuviese inevitablemente unido a una música y no pudiera hacer otra cosa que seguirla hasta el final. Sonreías, como quien no está haciendo nada, con la mirada fija en mis ojos, y en otros cien ojos que te miraban, mitad asombro, mitad envidia. Quizás todo envidia, aunque con un toque de admiración también.
Te mueves con una armonía que ni siquiera había imaginado, usas partes que en mi cuerpo no existen, y parece que te ríes cuando giras, cuando saltas, cuando clavas el pie en el escenario en el instante preciso en que la música reanuda su sonar. No sé si te ríes de tu baile, de la vida, del esfuerzo, de tu cuerpo, de los ritmos, de la noche, de las luces... o si directamente te ríes de mí.
Primero me has hecho sacar una lágrima: "Aquí firmo mi defunción como danzante, esta pieza será la última, porque ya no volveré a bailar jamás".
Pero luego, después de las almohadas, he abierto los ojos al mundo, y en mi retina seguías tú. Estabas ahí, como una pluma, ligera, suave, sobre el escenario, haciendo figuras más bellas incluso que ayer. Y no te vas de mi cabeza. Oigo tu música y oigo tu baile, me disperso imaginándome en tu lugar. Y otra vez el asombro y la envidia, y la envida, y la admiración.
Y, en un arrebato, he desengrasado los músculos que tenía enquistados, he desempolvado los zapatos de baile, y he girado y me he retorcido frente al espejo de la habitación. El miércoles vuelvo a la salsa. Porque lo echo de menos. Porque lo necesito. Porque lo disfruto. Porque me hace reír. Porque me quita los agobios de la mente. Porque me rompe las ligaduras del cuerpo. Porque quiero mejorar. Porque quiero alcanzarte. Porque me da la gana. Porque sí...
Te mueves con una armonía que ni siquiera había imaginado, usas partes que en mi cuerpo no existen, y parece que te ríes cuando giras, cuando saltas, cuando clavas el pie en el escenario en el instante preciso en que la música reanuda su sonar. No sé si te ríes de tu baile, de la vida, del esfuerzo, de tu cuerpo, de los ritmos, de la noche, de las luces... o si directamente te ríes de mí.
Primero me has hecho sacar una lágrima: "Aquí firmo mi defunción como danzante, esta pieza será la última, porque ya no volveré a bailar jamás".
Pero luego, después de las almohadas, he abierto los ojos al mundo, y en mi retina seguías tú. Estabas ahí, como una pluma, ligera, suave, sobre el escenario, haciendo figuras más bellas incluso que ayer. Y no te vas de mi cabeza. Oigo tu música y oigo tu baile, me disperso imaginándome en tu lugar. Y otra vez el asombro y la envidia, y la envida, y la admiración.
Y, en un arrebato, he desengrasado los músculos que tenía enquistados, he desempolvado los zapatos de baile, y he girado y me he retorcido frente al espejo de la habitación. El miércoles vuelvo a la salsa. Porque lo echo de menos. Porque lo necesito. Porque lo disfruto. Porque me hace reír. Porque me quita los agobios de la mente. Porque me rompe las ligaduras del cuerpo. Porque quiero mejorar. Porque quiero alcanzarte. Porque me da la gana. Porque sí...
Que el fin del mundo te pille bailando...