Un día, por fin, Eduardo consiguió que se encontraran frente a frente, y le habló de su amor mientras Azucena sonreía con sus labios de perfumes. Estaban en su jardín, y la tierra estaba húmeda y removida, era tierra nueva, preparada para empezar a cultivar.
Se acariciaron. Ella tenía la piel suave, no habría podido ser de otro modo. Se fundieron en un abrazo. El pelo de Eduardo olía a hierba recién regada. Y supieron que realmente estaban destinados a hacerse inseparables. Poco a poco sus pies comenzaron a hundirse en la tierra, y sus cuatro piernas dieron lugar a sendas raíces. Creo que Eduardo tuvo más de tallo y Azucena tuvo más de flor, pero me ha sido imposible asegurarlo con certeza, porque esto ocurrió hace años, y ahora es muy difícil distinguirlos de las otras plantas de la zona.
Foto de Backstageart
Virginia, hace poco te comentaba que al leer el relato del buhonero me recordaba a los cuentos de hadas; en este caso me ha dejado el antiguo sabor de las leyendas. Aquí hay algunas como la de la flor del ceibo (si mal no recuerdo) que incluye una muchacha que se transforma en planta.
Muy bonita.
Saludos.
Tienes razón Gabriel, no me había dado cuenta, pero quizás suena un poco a leyenda...
No conozco el cuento que dices, pero me suena que Dafne también se convirtió en laurel :)
Muchas gracias!
Besos!