Nosotros, con nuestros ojos que te miran, con nuestras islas con tesoros. Tus manos enredándose en mis labios, nuestras lenguas, nuestros besos, nuestros pies llenos de caricias, de abrazos, de tu cuerpo con mi cuerpo, y tus lunares, esos puntos suspensivos de tu cara. Sonrisas, carcajadas, risas, pero siempre desde el plural más profundo, con cientos de eses al final: de eses envueltas en granos de arena, en mares de noche, en estrellas únicas, en mañanas sin madrugar. Perdiendo la cuenta de las cuentas, la de las paradas de metro, y de los búhos, la de las maletas y los trenes, la de los segundos viajeros. Nuestros sueños -eres un sueño-, nuestros azúcares -aunque esta palabra sea mejor en singular y en los labios-. Rodeados de recuerdos, de presentes, de pasados. Sobre todo rodeados de futuros, tantos como quieras, tantos como días, tantos como noches de nosotros seas capaz de imaginar. Tantos plurales de segundos, de minutos, de horas, de días, de meses. Tantos plurales que me abruman, que se vuelven infinitos, grandes, inabarcables, imborrables. Tantos plurales brillantes y suaves como nubes. Tantos plurales y, precisamente hoy, sólo existe este año, en singular.
Nosotros, con nuestros ojos que te miran, con nuestras islas con tesoros. Tus manos enredándose en mis labios, nuestras lenguas, nuestros besos, nuestros pies llenos de caricias, de abrazos, de tu cuerpo con mi cuerpo, y tus lunares, esos puntos suspensivos de tu cara. Sonrisas, carcajadas, risas, pero siempre desde el plural más profundo, con cientos de eses al final: de eses envueltas en granos de arena, en mares de noche, en estrellas únicas, en mañanas sin madrugar. Perdiendo la cuenta de las cuentas, la de las paradas de metro, y de los búhos, la de las maletas y los trenes, la de los segundos viajeros. Nuestros sueños -eres un sueño-, nuestros azúcares -aunque esta palabra sea mejor en singular y en los labios-. Rodeados de recuerdos, de presentes, de pasados. Sobre todo rodeados de futuros, tantos como quieras, tantos como días, tantos como noches de nosotros seas capaz de imaginar. Tantos plurales de segundos, de minutos, de horas, de días, de meses. Tantos plurales que me abruman, que se vuelven infinitos, grandes, inabarcables, imborrables. Tantos plurales brillantes y suaves como nubes. Tantos plurales y, precisamente hoy, sólo existe este año, en singular.
Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)
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