oct
29

Pelaban las castañas aplastándolas entre las manos, casi quemándose, porque nadie quería esperar a que se enfriaran, y los dedos se iban tiznando de negro, pero no importaba. Soplaban el fruto arrugado antes de metérselo en la boca y, masticando todavía, iban directos a por el siguiente.
Y poco a poco el invierno iba matando al otoño.