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Pero cuando los llevó a la galería y los puso enfrente de lo que había sido su vida, tampoco halló los aplausos esperados.
-¡Estos, como todos los demás, también están muertos!- chilló entre lágrimas.
Luego, sorbiendo lo que le quedaba de disgusto, se decidió a llevar a cabo su obra final.Lo más difícil fue terminar de cubrirse de barro las manos, porque ya había tapado el resto de su cuerpo por completo, incluidos los ojos y no veía y apenas podía moverse.
Lástima que en aquel estado no podía ya oír los comentarios de los visitantes a la galería. Probablemente le hubiera gustado saber que con aquella obra -póstuma, aseguraban todos- a la que habían dado en llamar Adán,había logrado por fin dar a su escultura la viveza que precisa todo artista para llegar a la fama.