Me convertí en enredadera. Tu cuerpo, como un muro, me dio soporte para crecer, y me agarré a tus resquicios y a tus esquinas, y me fundí en tus grietas y me enredé en ti. Ahora mis hojas son tu piel, y tu corazón late para hacer fluir mi savia. Y hoy, que llega el calor, todo será fotosíntesis.
Me convertí en enredadera. Tu cuerpo, como un muro, me dio soporte para crecer, y me agarré a tus resquicios y a tus esquinas, y me fundí en tus grietas y me enredé en ti. Ahora mis hojas son tu piel, y tu corazón late para hacer fluir mi savia. Y hoy, que llega el calor, todo será fotosíntesis.
Sintió como un éxtasis, como aquel temblor que sintió cuando, con quince años, besó por primera vez unos labios. "Por fin", había pensado entonces. "Por fin", pensó también ahora. Y en las dos ocasiones había tenido un instante de parálisis, de no saber que hacer. Luego, lo del beso había sido fácil. Pero le pareció que lo de las palabras, aquellas palabras que se habían aparecido y que se agolpaban y se peleaban dentro de su cabeza, era algo más serio, y más importante.
Supuso que aquella clarividencia no se merecía morir en su mente, así que corrió hasta el escritorio, sacó un cuaderno negro, de tapas duras, uno que solo usaba para anotar frases importantes y que todavía estaba en blanco, y se alegró de ser tan previsora, y de haberlo comprado en una época en la que era consciente de que no tenía nada que escribir. Y las palabras fueron saliendo, grabándose para siempre en aquel papel grueso, y con una caligrafía exquisita.
Antes de irse me lo contó así, con los ojos brillantes, y subrayando cómo llegaron las palabras, y cómo de importante fue su descubrimiento. Pensé que era un cuento, siempre contaba cuentos, y nunca se podía estar seguro de dónde estaba su límite entre la realidad y la fantasía. Creo que vivía a medio camino entre una y otra, puede que incluso ella misma fuera un poco de mentira, un producto de su propia imaginación.
Pero hoy he venido a su casa, y he abierto el escritorio, y el cuaderno está ahí. Y no me atrevo a abrirlo, por si la frase es tan definitiva que, al leerla, se derrumbe todo a mi alrededor. ¿Qué palabras crees que le llegaron aquel día? Y, lo que es más importante, ¿qué palabras podrían derrumbar tu realidad?
Para El CuentaCuentos
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Creo que ya hablé aquí una vez de la importancia que tiene que la gente a la que admiras se quede cerca del suelo. Que quienes están despegando sean capaces de volar manteniendo lo fundamental como al principio. Para mí hace mucho que El desván del duende se puso las alas. Para mí hace mucho que echaron a volar, y hace mucho que llegaron a lo más alto, sin necesidad de las masas. Y es una sensación que se hace más fuerte cada vez que tengo la suerte de verles sobre el escenario.
Ayer, más suerte todavía, por poder compartir unas palabras, unas fotos, un rato de poesía, y mucha música de cerca. Era día de letras, y a Jose le viene al pelo, porque es un poeta. Yo al final perdí de vista la biografía de Lorca que pensaba leer en casa, en el sofá (el libro se merecía algo más que el metro). Pero gané dos claveles -sí, parece que lo de las rosas solo es en Barcelona-, un helado, una tarde de sol, unas cuantas fotos geniales, y una sonrisa que ya dura 24 horas, y subiendo.
Lo que más me gusta de El desván es eso, la sonrisa que te dejan antes, durante y después de cada canción. Solo por eso merece la pena escucharlos. Próxima parada -según lo pactado- en junio, con nuevo disco. Ya queda menos.
De regalo, un poco de poesía de esa que se mezcló con la música...
que por algo era el Día del Libro!! =)
que por algo era el Día del Libro!! =)
Por otra parte, hace ya un tiempo que abrieron en el barrio una biblioteca roja de la que me he hecho asidua. Es una biblioteca pequeña, pero curiosamente tiene muchísima aceptación (me sorprendió mucho que la gente del barrio lea tanto) y todavía me quedan muchos libros de ella por leer.
Juntando estos factores, llego a la conclusión de que en mi caso, el metro y la biblioteca roja me han devuelto la lectura imparable! XDD
Anoche estaba pensando esto y me acordé de lo del canon que querían poner en las bibliotecas para que el préstamo fuese de pago. Por lo que veo en la web de la plataforma No al Préstamo de Pago en Bibliotecas, el tema debe estar un poco paralizado de momento: la Unión Europea dijo que iba a sancionar a España por no aplicar el canon. Con la recogida de firmas, la plataforma ha conseguido que el Defensor del Pueblo le transmita la oposición general al préstamo de pago al Defensor del Pueblo Europeo, y éste ha llevado el texto al Parlamento Europeo.
Cuento todo esto porque hoy es el día del libro, y creo firmemente que leer gratis es uno de esos derechos que todo el mundo debería tener. Es un placer demasiado bueno como para privarse de él. Y, por supuesto, estoy absolutamente en contra de que las bibliotecas cobren un canon (los derechos de autor ya los paga la biblioteca al comprar cada libro, porque ese canon sí que existe y sí que se paga en cada libro que se compra).
¡Que paséis un feliz día del libro!
Me bajo un par de paradas antes, para recorrer a pie la avenida en la que vives, una calle silenciosa y bien iluminada. Me gustaría decir que mis zapatos italianos resonaban contra el suelo a cada paso, pero lo cierto es que las deportivas no suenan a nada sobre la acera, y ni siquiera hay charchos para salpicar un poco, o para dar misterio a la noche. Así que, después de una vida tan rara, parece que tu muerte va a ser de lo más anodino, y lo lamento, de verdad, me gustaría darte algo mejor, pero las cosas son así.
Podrías haber vivido en una de esas casas de película americana, con jardín y dos plantas, pero no hay de esas aquí. El edificio ni siquiera tiene puerta de atrás, o una azotea a la que saltar, en plan superhéroe, así que entro por el portal, y no me hace falta ni forzar la puerta, porque está abierta, cada día nos dejan las cosas más fáciles. Tu apartamento está en el cuarto. Subo en ascensor y enciendo las luces. Sé que no es muy ortodoxo, pero también sé que voy a llamar al timbre, que me vas a abrir la puerta, que me ofrecerás pasar. La pistola sigue en mi bolsillo y seguirá hasta entonces, cuando quizás sea demasiado tarde. De todas formas, la sacaré despacio y te dispararé, y verás todo como a cámara lenta. Es una escena preciosa para una película, o incluso para una obra de teatro. Te gustará, estoy seguro.
Tus tacones sí resuenan al otro lado de la puerta, durante los casi quince segundos que tardas en abrir. Llevas los labios pintados y sonríes, como si no supieras que hoy no hemos quedado para una cita, precisamente. Ya no me acordaba de lo guapa que estás con traje de noche. Mejor, así le damos un toque distinguido a una muerte tan simple. Te acercas a besarme, y te lo permito, como un último deseo. Pero tus labios no se posan en los míos, ni siquiera en mi mejilla: te quedas pegada a mi oreja y pronuncias despacio.
-Bang.
Te giras sobre los tacones y me dejas tambaleándome, y te deslizas despacio dentro de la casa, toda la espalda al descubierto y el pelo recogido en la nuca en un peinado imposible siquiera de imaginar. Noto frío el pecho, y más que frío, mojado, como una mancha de vino que se extiende sobre mi camiseta. Dejo de verte aunque sigo con los ojos abiertos y me siento caer. He intentado llevarme la mano al bolsillo, porque allí sigue la pistola, con el cargador lleno y a punto para ti, pero parece que mi cuerpo ya no me hace caso. Parece que sí, que de verdad era tarde.
Para El CuentaCuentos
Fotos: 1--2
Fotos: 1--2
CUIDADO....
La fiebre camella...Un reto de El CuentaCuentos
2. Lo que sí que habrá que conseguir es que alguien que vaya a Higuera me traiga un Bollo de Pascua. Una Semana Santa sin Bollo de Pascua (aunque sea a posteriori) no es Semana Santa. Lo ideal sería ir a comerlo al campo, pero dado que no habrá Higuera, me conformo con que alguien me lo traiga hasta Madrid, y con comérmelo en mi casa.
3. Tampoco habrá Sevilla, lo que no significa que no habrá procesiones. Las habrá, esta vez en su justa medida. Lo del año pasado fue saturación.
4. Habrá playa, si el tiempo nos deja. Si no nos deja, tampoco importa, se cambia la playa por sofá y manta con helado, que hace igual de feliz =)
5. Habrá que pensar como conseguir que nuestra iniciativa "Por la Semana Santa de Una Semana Como su Propio Nombre Indica" (PSSUSCPNI) prospere, para que el año que viene no nos vuelva a ocurrir esto de encontrarnos con cuatro días de vacaciones, cuando, claramente, el nombre "Semana Santa" indica que las vacaciones deberían durar siete días.
Dicho esto, me voy a hacer la maleta.
¡¡Pasad buenas vacaciones!!
¡Nos vemos a la vuelta!
¡¡Pasad buenas vacaciones!!
¡Nos vemos a la vuelta!
Pero su cuerpo, más bien obeso, tapaba la puerta por completo. En un movimiento demasiado ágil para un momento tan tenso bajó el cierre metálico hasta el suelo, echó el candado y se metió la llave en el bolsillo del mandil. Matías sudaba. Se había puesto la gabardina y se aferraba a su maletín como un náufrago a punto de hundirse en medio del océano. La cara de la camarera, del mismo rojo vivo que los taburetes del bar, rogaba un poco de comprensión.
-Vamos, señora... Yo no puedo hacer nada por usted. Mire, ni siquiera soy cliente habitual, nunca entro en estos sitios, ha sido pura casualidad, una equivocación, ya le digo que solo quería un café. De haber sabido que esto era un local... bueno, un local de esos, ya me entiende, de señoritas así como usted, en fin, como decirlo... un lupanar, no se ofenda, sí, llamémoslo así... el caso es que yo nunca hubiera entrado. Así que, abra, haga el favor, yo no puedo hacer nada con su destino.
Tenía cincuenta y cuatro años y un currículum intachable, treinta años y medio de contable en Hermida y Asociados, pero la crisis es la crisis. El despido llegó a las 11:32 de la mañana, justo cuando acaba de cuadrar el último balance. Salió del edificio a las 11:47 y entró en aquel bar, el primero que vio, para digerir la noticia con un café. No se había tomado el descanso para el café ni un solo día desde que entró en Hermida y Asociados. Ni siquiera tomaba el café desabrido de la máquina, pero aquel día le había parecido una buena idea. Y la camarera de cara roja -y es algo que no se debe pasar por alto, ya que el resto de su piel era negro, del mismo tono que aquel café manchado que tenía pensado pedir- le decía una y otra vez que tenía su destino para hacer con él lo que quisiera.
El Jefe -ella lo llamaba así, y en su voz se veía perfectamente la jota mayúscula- seguía allí, en la misma postura que cuando llegó. Al principio no se había fiado, pero ahora estaba seguro de que estaba muerto. Tumbado bocabajo, en un charco de ginebra, seguramente bebía demasiado y el hígado no pudo más. O tal vez no había nada de natural en su muerte, pero a Matías no se le daba bien hacer averiguaciones sociales. Pensó que aquel pelo untado de gomina desde la raíz no podía dejar pensar bien a la hora de hacer la contabilidad del local. Él estaba casi calvo y, fíjate, su trabajo siempre había sido impecable.
-Él no vuelve, pero los clientes sí, y también las chicas. Si no hay nadie, me matarán. Alguien me matará tarde o temprano. Mi destino está en tus manos, cariño, no te puedo dejar ir.
La chica no tenía acento de ningún lugar en el mundo, como si fuera un espejismo de la vida, o un error de quien la puso ahí. Aunque lo de cariño lo dijo con un tono suave y desgastado, vacío de tanto usarlo. Tenía marcas de cicatrices en las mejillas y la suerte de ser lo suficientemente poco atractiva como para tener que quedarse detrás de la barra y sin necesidad de subir a las habitaciones o de dejarse invitar a wishky de garrafón.
Matías no sabía que decir. No quería quedarse, no podía irse, y pasaron dos noches antes de que alguien aporrease la puerta del bar. La camarera seguía teniendo la cara colorada. El Jefe ya no estaba allí tirado. Matías seguía sudando y recordaba su pelo engominado y se acariciaba la calva. Le daba vueltas a aquello de tener un destino ajeno en manos propias, y se puso a hacer cuentas, que era lo que mejor se le daba.
Tenía cincuenta y cuatro años, la crisis es la crisis, se le había olvidado el camino a casa, en aquel bar no servían café. Mezcló las variables y llegó a la conclusión de que la cola del paro podía durar unos cuantos años. Al mirar a la camarera a los ojos descubrió que, a once años de la jubilación, era seguro que nadie querría un contable de currículum intachable. Saboreó el destino ajeno que le habían dado por error cuando pidió un café.
Siguió aferrado al maletín cuando le quitó la llave del bolsillo del mandil. Luego abrió el candado y subió el cierre. Eran tres, muy jóvenes, con mucha gomina. Preguntaban por el Jefe (a Matías le pareció que ellos decían en mayúsculas todas las letras).
-Sus destinos están en mis manos, caballeros. Les recomiendo no preguntar más por el jefe. Desde hoy preguntarán por el Señor Contable, yo mismo. ¿Está claro?
Y le puso mayúsculas a su nuevo nombre, y se la quitó a la de aquel jefe empapado en alcohol. No hubo más preguntas. El despacho estaba en la trastienda y olía a una mezcla entre tabaco azucarado y una burla del destino. El Señor Contable nunca había fumado, pero decidió hacer una excepción: con el café le había funcionado. Llamó a la camarera y, como lo de las excepciones le estaba empezando a gustar, se atrevió a dar el primer consejo de su vida:
-No dejes que el destino se burle de ti.
Cuando sonreía, la chica se ponía aún más roja, y casi no se le veían las marcas de la cara.
Para El CuentaCuentos
Hubo un aterrizaje y un baile de trenes para aparecer delante de una plaza hecha a golpe de magia y de un ayuntamiento conservado a golpe de casualidades. Hubo un calabobos que nos llevó callejeando hasta la esquina del Maneken Pis, y hasta él se había puesto el chubasquero.
Hubo calles empedradas, un olor a incienso de catedral templaria, un parque embarrado esperando a sus estatuas, un palacio de cuento, una tortilla de jamón y queso.
Hubo una bici más antigua que la propia historia de la ciudad, capaz de recorrer cuatro kilómetros bajo la lluvia. Hubo cerveza y ginebra de vainilla al calor de una cuadra.
Hubo una mañana soleada para dormir, y para comer paninis y gofres de Flandes por la calle. Hubo una vuelta completa al anillo interior de la ciudad, que termina en chocolate caliente en un bar irlandés.
Hubo cervezas de colores, posavasos de enanitos, vasos de madera con historia.
Hubo un tren que casi se escapa, un albergue de habitaciones compartidas, un paseo entre casitas de cuento de hadas.
Hubo la fascinación de lo majestuoso y también la de lo sencillo y lo escondido. Hubo un recorrido de torre en torre a través de los canales. Hubo besos en el Lago del Amor.
Hubo friten y salchichas, y más chocolate y más cervezas. Y hubo más cervezas todavía.
Hubo un intento de sol al regresar a por chocolate y mientras comíamos gofres belgas cargados de chocolate y nata.
Hubo un vuelo a punto de escapar y una noche para dormir abrazados.
Hubo cuatro días para saltar de Madrid a Bruselas, de Bruselas a Hasselt, de Hasselt a Brujas, de Brujas a Bruselas, de Bruselas a Madrid.
Una vez más, y a nuestra costa hubo billetes de vuelta, un aterrizaje forzoso en la vida real. Pero el sueño no ha terminado.
¿Puedo preguntarte otra vez si te vienes a volar conmigo?
Las fotos:
1.Hotel de Ville. Plaza del Ayuntamiento. Bruselas
2.Maneken Pis. Bruselas
3.Catedral de St. Michel. Bruselas
4.Calle. Hasselt
5. Iglesia principal. Hasselt
6.Chocolatería de cuento. Brujas
7.Torre Belfort. Campanario del Hallen. Brujas
8.Canal. Brujas
9.Lago del Amor. Brujas
10. Chocolate =). Brujas
1.Hotel de Ville. Plaza del Ayuntamiento. Bruselas
2.Maneken Pis. Bruselas
3.Catedral de St. Michel. Bruselas
4.Calle. Hasselt
5. Iglesia principal. Hasselt
6.Chocolatería de cuento. Brujas
7.Torre Belfort. Campanario del Hallen. Brujas
8.Canal. Brujas
9.Lago del Amor. Brujas
10. Chocolate =). Brujas
Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)
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