por todo esto...
Cada vez que uno de ellos pisa por primera vez alguna de las terrazas se funde un poco con la catedral. Los hay que se convierten en alguno de los ornamentos, una flor, o unas hojas de parra, o una cabeza (imposible saber si es de ángel o de demonio o de dios o de dragón) con la boca abierta y los ojos fijos en el horizonte. Otros, se vuelven ese horizonte, lejanos y ajenos a todo, como si hubieran conseguido escapar del mundo conocido para dar un paso más, para llegar más lejos, para estar por encima del resto del mundo. Los hay que se transforman en una vidriera vista desde fuera, insertada en piedra y metal. Y abren los ojos como si pudiesen abarcar siquiera una mínima parte de lo que el Duomo es en realidad. Y hay quien se vuelve baldosa, insignificante y pequeña ante tanta belleza y ante tanta inmensidad.
Cuando yo descubrí este lugar supe enseguida en qué me había convertido: fui uno de los huecos de los arbotantes que se abren majestuosos desde todos los puntos de las terrazas. Los pulmones se me llenaron de un aire helado y sentí el viento soplando dentro de mí. Allí, entre las puntas afiladas de los pináculos, en algún espacio en tierra de nadie entre el cielo y el suelo, me sentí tan vacío como aquellos huecos de los arbotantes, rodeados de belleza, parte de la belleza tal vez, pero simples agujeros al fin.
Tuve muy claro que aquellas terrazas labradas con miles de esculturas serían para mí un refugio de aire, como un contrafuerte que ancla los muros al suelo. Y paso horas muertas mirando a la ciudad triste y gris camuflado entre las ojivas de las ventanas y entre los ornamentos vaciados en el mármol de sus parteluces, buscando un rayo de sol que se cuele entre las tracerías de las vidrieras. El trajín abarrotado de las galerías de moda de Milán se convierte en soledad entre el mármol blanco del Duomo. La soledad del Duomo es lo que siempre me hace volver a él.
¡¡Se acerca el gran día!!
¡¡Quedan 16 días para el gran evento!!
16 días para volver a vibrar, a saltar, a sentir la música dentro. 16 días para volver a cantar hasta quedarnos mudos, para sentir el calor de las guitarras, para ver otra vez los focos. 16 días para que se nos pongan rojitas las orejas, para buscar la lucecita que ilumina los sueños locos, para campar por las nubes de tu pelo, para mirar tus ojos del color de la cocacola...
16 días para el concierto de Fito&Fitipaldis...
El viaje ha sido mágico, por todo. Porque las distancias son más cortas según el medio de transporte que se use, y no según los kilómetros. Porque he caminado sobre el tejado gótico de la tercera catedral más grande del mundo. Porque he paseado bajo un techo de cristal y he pisado el toro que me llevará de vuelta a Milán. Porque un café de Gucci cuesta lo mismo que quince cafés normales.
Porque los castillos de cuento, con foso incluido existen todavía. Porque un candado en un parque se convierte en un corazón. Porque la pizza cuesta dos euros y la cerveza se bebe en birrificios. Porque un crepe de nutella sirve de desayuno y de comida.
Porque en la arena de Verona aún pelean los gladiadores, y en el balcón de Julieta aún se besan los enamorados. Porque andando sobre 2.100 años de historia he visto ponerse el sol a las cinco de la tarde, sobre la ciudad y sobre el río. Porque por viejo que sea el metro, siempre llega a Lambrate. Porque un erasmus en Italia es capaz de multiplicarse por seis y seguir siendo mientras él mismo.
Porque el colacao tiene el mejor olor del mundo. Porque madrugar puede ser agradable si el despertador es dulce. Porque esperar el avión de vuelta es siempre mejor que esperar el tren de vuelta.
Dejo unas fotillos para dar algo más de envidia. Tengo en mente un par de cuentos, si salen cuelgo alguna más...
Ciao!!
conmigo...
que yo te daré alas
si tu me das abrigo...
El desván del duende
Etiquetas: El Desván del Duende, Música, Personal, Viajecitos =D
No me gusta que mis fotos anden dando vueltas por internet, y tampoco me gusta colgarlas por aquí, pero este es un documento gráfico que debe ser lanzado a los cuatro vientos para que lo conozca el mundo!!!
Los auténticos, los genuinos, Marujita y Parada!!! Con nosotras!!
Si es que somos las mejores!! XDDD
las cuentas
de la vida....
¡¡quiero acelerar el tiempo de nuevo!!
El tiempo corría tanto, que deseó romper las horas, multiplicar los días, tener otro minuto más para disfrutar del momento, para escaparse de todo y de todos, para huir de la locura del correr de cada instante.
Romper el reloj le pareció la mejor idea del mundo y, para no perder más tiempo, se lo arrancó de la muñeca y lo arrojó contra el suelo. La piel más blanca en esa zona brilló por un segundo, el último segundo. Y luego el reloj se paró y con él se pararon las horas.
Respiró en silencio. Miró su reloj parado, su tiempo inmóvil, su vida quieta. Y deseó que el reloj funcionara acelerado de nuevo.
no puedo mirar sin vértigo al abismo.
Ya nadie podrá arrancarme tu media parte.
No puedo sin ti, no sé como olvidarte
Pero si tú sí estás aquí
y si te quedas junto a mí
te llevaré volando y subiremos
alto hasta las nubes...
Dando una vuelta en un taxi me he encontrado con este cuento tan precioso. Hace tiempo que sigo Ni libre ni ocupado, por lo bien escrito que está y por las cosas tan curiosas que cuenta. Hoy no me he podido resistir a copiarle esto.
El cuento porque me ha parecido demasiado real como para ocultarlo, demasiado verídico el cruce del círculo y el cuadrado y como se convierten en la misma cosa sólo porque están enamorados, sólo porque así es el amor.
Y la explicación del cuento porque contiene una de las declaraciones de amor más bonitas que he leído en mucho tiempo
Sólo te pido que me quieras. Que me ayudes a olvidar la cuadratura de tu círculo.
Y porque opino como él: el amor es el único resquicio de magia que nos queda...
Lo bueno de internet es que de vez en cuando, después de mucho buscar, encuentras premios como este.
* ¿Ese monstruo infame que se multiplica por minutos se va a grabar también en el CD para volver a multiplicarse luego?
* ¿Cuándo una foto se infecta, la gente que sale en ella se pone triste, como si le hicieran vudú?
* ¿Y cuando se infecta un cuento le salen faltas de ortografía?
* ¿Si pierdo mi currículum perderé mi trabajo?
* ¿Y si pierdo mis fotos perderé mis recuerdos?
* ¿Y si pierdo mi música me quedaré sorda?
* ¿Y si pierdo la carpeta que se llama "Trabajos Uni" me quitan el título? ¿O se borra mi foto de la orla?
* Y (la pregunta del millón) ¿qué hago cuando acabe el proceso de grabado de cosas? (es lo que tiene no ser médico, que tienes que operar cuando lo más que sabes es que el catarro se cura con frenadol y reposo :S )
En realidad este post es para dar las gracias a Abel, Sarg, Mery y Shura por sus comentarios en el anterior... aunque casi todo me suena a chino, por lo menos me ha quedado claro que el virus es chungo chungo XDD
Y que yo tampoco quiero formatear!!! :’( ainssssss
Y... bueno... esto... para plantearos que... ¿si os invito a merendar os pasáis todos por mi casa y lucháis contra el monstruo hasta vencerlo definitivamente?? XDDD (eh, eh, que la merienda me la curro, prometido, os hago tarta, o trufas!! XDDD ...... no cuela, no? XDDD lo suponía... XDDD
En fin, me niego a pensar que la enfermedad es terminal, así que esta tarde intentaré seguir salvando partes.
¡¡Deseadme suerte!!
Solo falta el pijama, pero hace rato -más o menos desde que metí el abrigo- que esto no cierra... a ver, vamos a organizarlo otra vez, todo fuera. Y a descartar cosas. Pero que no se me olvide el secador. Ni las toallas. Ni el pantalón negro. Definitivamente, es hora de comprar otra maleta.
[hasta el domingo en Córdoba y Sevilla.
Sed buenos.
Cuidadme el blog]
Dejó atardeciendo los jardines de la plaza de Oriente y eligió pasear hasta el centro dando un rodeo. La catedral siempre le había parecido un capricho, algo que no debería estar allí, un antojo de Felipe II puesto en marcha por Alfonso XII, pero era la referencia donde girar a la izquierda para encontrarse con la calle Mayor.
Las calles no son del mismo color para todos, es un fenómeno curioso. Cuando Víctor se enfrentó de nuevo con aquella cuesta arriba sintió una sensación de gris. Para ser la calle Mayor, se abría oscura ante sus pies, como vacía. Tal vez incluso más fría que el resto de la ciudad. Aunque el calor de las calles, igual que el color, depende de los pies que las pisan, de los ojos que las miran.
Caminó despacio, con el cuello hundido en la chaqueta y las manos en los bolsillos. Cuando Víctor entraba en aquel estado de duermevela, de dejar atrás bocacalles sin fijarse en los azulejos que tienen dibujado su nombre, la gente, inevitablemente, desaparece a su alrededor. Aunque tal vez la calle Mayor ya estuviese así de sola antes de que él llegara. A su paso por la plaza de la Villa solo se le ocurrió pensar que una ciudad tan grande no se merece una plaza tan poco lucida. Tal vez fue eso lo que le hizo seguir calle arriba, en línea recta, hasta la Plaza Mayor.
Sol a lo lejos es un hervidero de vidas dispares, un poco incomprensibles. Como otro universo, como otro mundo que no pudiera ser el mismo que el del vacío bajo sus pies. Como no podía ser de otra forma, Sol es amarillo, aunque Víctor no supo decir si era por el reflejo de la bola del reloj, por los destellos de la gente, cruzando de un lado a otro a la velocidad de la luz, o por un rayo del metal dorado que se incrusta en el kilómetro cero. En realidad da lo mismo. Víctor siempre había preferido la relativa clama naranja de la plaza Mayor.
Cometió el error de quedar atrapado en sus pensamientos, y no pudo ver por cuál de los arcos que rodean la plaza había entrado. Bajo la estatua ecuestre, tan anacrónica e inútil como el resto de las estatuas, tan incómoda como todos los pedestales, se sintió en mitad de un laberinto rojo sangre, y no tuvo fuerzas para salir. La humedad que le subía por los pies le recordó que el rectángulo de adoquines, aún sin tener un arco de salida, casi siempre regalaba un destino concreto o un encuentro casual. Y se preguntó de qué color sería la plaza para el resto de sombras que aparecen allí, tan perdidas como él.
Paseando por mi laberinto de baldosas desdibujadas -calientes para mí-, convencida de que todos los arcos de salida estaban cerrados, me encontré de lleno con los ojos perdidos de Víctor. Supe enseguida que tenía los pies húmedos, como el alma, y que había deambulado sin rumbo, calle arriba, sin fijarse en los nombres de las calles, envuelto en una nube gris. Sin duda, también me había estado esperando un buen rato. Todavía con la niebla envolviendo la plaza y la temperatura del asfalto sin templar, Víctor me reconoció también. El camino de baldosas amarillas comenzó a dibujarse lentamente bajo nuestros pies.
siempre en estado de espera...
quiero fundirme en tu fuego
como si fuese de cera...
Me da vértigo el punto muerto
y la marcha atrás,
vivir en los atascos,
los frenos automáticos y el olor a gasoil.
Me angustia el cruce de miradas
la doble dirección de las palabras
y el obsceno guiñar de los semáforos.
Me da pena la vida, los cambios de sentido,
las señales de stop y los pasos perdidos.
Me agobian las medianas, las frases que están hechas,
los que nunca saludan y los malos profetas.
Me fatigan los dioses bajados del Olimpo
a conquistar la Tierra
y los necios de espíritu.
Me entristecen quienes me venden clines
en los pasos de cebra,
los que enferman de cáncer
y los que sólo son simples marionetas.
Me aplasta la hermosura de los cuerpos perfectos,
las sirenas que ululan en las noches de fiesta,
los códigos de barras,
el baile de etiquetas.
Me arruinan las prisas y las faltas de estilo,
el paso obligatorio, las tardes de domingo
y hasta la línea recta.
Me enervan los que no tienen dudas
y aquellos que se aferran a sus ideales sobre los de cualquiera.
Me cansa tanto tráfico y tanto sinsentido,
parado frente al mar mientras que el mundo gira.
................AHORA
..................lo dice casi todo...
de tu boca de aguardiente,
de tus gritos en caliente,
de este amor a bocajarro...
Dime, escucha, duerme, cuídate.
Ríe, para, sigue, rómpeme.
Toca, huele, muerde, se.
Grita, sopla, mira, trae.
Rasga, arranca, mancha, bésame.
Piensa, corre, huye, quédate.
Gira, vuela, suspira, cae.
Contigo, mañana, otra noche. Ven.
Preciados abajo, entre bolsas de papel, vendedores de humo e hilo musical de olor peruano, el tiempo parecía esfumarse y se hacía pequeño entre los escaparates. Cuarenta y ocho empujones después, el reloj que en lugar de horas marca años brilló ante sus ojos. Cruzar la plaza es otra odisea, hay que quitarse la bufanda y desabrocharse el abrigo, porque las prisas suman más y más calor a la lejanía del mar.
Luego, sobre la baldosa que señala el kilómetro cero, vuelve a hacer frío otra vez. Será porque es el punto de partida, o tal vez porque todo está un poco más lejos desde allí. La otra opción es la maraña de gente que espera sobre la baldosa de medio metro cuadrado, y que siempre está sola. Quedar en el kilómetro cero es saber que nunca llegará la persona que esperas. Nora también lo sabía, lo había sabido siempre y aún así, cruzó deprisa la calle entre pitidos de coches y aspavientos de agentes de movilidad.
Inmóvil bajo el reloj, con las manos en los bolsillos y los hombros encogidos pensó una vez más, como primer día que pisó la plaquita de piedra y metal, que Madrid es igual de día y de noche, con más bombillas de noche, con menos turistas de día. Como un hormiguero en el que todos tienen prisa. Y con diferentes temperaturas en las calles, según quien las pise cada vez.
Cuando suenan las campanadas de en punto, espera a las de y cuarto, y cuando suenan las de y cuarto decide esperar hasta las de y media. Pero suenan las de y media, las de menos cuarto y las de en punto otra vez, y de tanto entrar y salir y dar vueltas a la placa, la acera se está desgastando, así que, con cara de circunstancias, camina despacio en dirección a la plaza Mayor.
Sin motivo aparente, tal vez porque la plaza es el extremo opuesto al kilómetro cero, porque allí siempre encuentras a quien buscas. O por lo menos, es seguro que vas a encontrar una mirada, un olor a castañas asadas entre las voces multicolores de los turistas o, por qué no, una caricatura de tu vida envuelta en papel de dibujo de mala calidad. Seguramente por eso Nora caminó aturdida hasta allí.
Como el resto de las calles, la plaza Mayor no tiene la misma temperatura para todos y depende de los pies. Los de Nora la sintieron húmeda y caliente, como el vapor de agua. Y ese vapor lo envolvía todo, y lo hacía borroso a la vista. A veces pasa, en las noches de noviembre como aquella -porque las tardes en invierno duran tan poco que es de noche de repente-, que esa niebla indescriptible absorbe la plaza Mayor. Así que es imposible salir de ella: el rectángulo se convierte en un laberinto inmenso de baldosas resbaladizas, todas idénticas: no hay camino de baldosas amarillas para escapar.
Paseando por mi laberinto de baldosas húmedas -frías para mis pies-, sin contar ya con encontrar alguno de los arcos por los que se sale de la plaza, me encontré con los ojos vidriosos de Nora. Supe enseguida que sus pies estaban calientes, que había esperado sobre el kilómetro cero, que se había desabrochado el abrigo al cruzar la plaza, que había mirado el reloj que cuenta años en lugar de horas. Sin duda, era a ella a quien había estado esperando. Todavía con la niebla a medio disipar y los caminos del laberinto de la plaza confusos, Nora me reconoció también. La temperatura del asfalto se volvió agradable bajo nuestros pies.
Él bromea sobre un "repertorio alternativo" y pide que le hagamos una lista de treinta canciones para que las cante en el próximo concierto así que, como nadie se arranca, nosotras cogemos un folio y hacemos la nuestra. En dos pasos estoy en el escenario, y se la dejo al lado del cubata... ¡¡ahí la ve seguro!!
El concierto se acaba, y Carlos se va sin nuestra lista. Encienden las luces, la gente empieza a levantarse... pero aparece de nuevo en el escenario y toca un tema más.
No sé si tuvo o no que ver, pero Tu ombligo fue la primera que pusimos en la lista...
No estoy bien en ningún sitio y nadie entiende lo que digo
yo preparo mi equipaje
y me adentro en tu ombligo...
No te vayas de mis manos aunque te mueras de frío,
porque cuando llegue el alba no soportaré el rocío....
Y este vídeo, que es el de la primera canción que oí de Fito & Fitipaldis, y con la que me hice adicta a ellos ;)
con mi pasado...
"Media hora más y lo dejo". Lo mismo pensó a las seis de la tarde y, aunque sabe que es mentira, a todos nos gusta engañarnos de vez en cuando, como si no fuéramos conscientes de que esa mentira no se va a cumplir. Y en un parpadeo la media hora se ha esfumado, pero la pantalla sigue en el mismo punto, ni un cambio, ni un avance, seguramente algún círculo de arcoiris de más.
Lo más grave, sin embargo, no son los círculos de arcoiris, ni la espalda resentida, ni los hombros cargados. Lo más grave, aunque no quiera reconocerlo, aunque no sepa descifrarlo, es que ha muerto la capacidad de pensar, es que los dedos ya no marcan letras en un orden lógico, es que las horas se consumen solas, a cada parpadeo, una hora más.
Pero se da otra media hora, otra oportunidad, un penúltimo intento, seguramente fallido también, para terminar aquello que empezó, no recuerda bien cuándo ni por qué. El ring del teléfono se escucha distante, como si no fuera real, como si fuese menos cierto que las letras borradas del teclado, que las marcas de sus gafas a los lados de la nariz, que esos malditos círculos de arcoiris que se posan por la pantalla sin clemencia. "No lo cojo, que me entretienen". En el mismo segundo se activa el contestador...
"Oye... tío... hace días que no apareces por aquí... A mí me da igual lo que hagas, pero, oye, no puede ser bueno trabajar tanto... Ha llamado tu madre un par de veces, dice que habías quedado con ella, que no fuiste a comer... ¿No has comido en este tiempo, no? Tío, en serio, levanta de ahí y tomamos unas cañas..."
Y de repente comprende: comprende la rigidez del cuello, los pies dormidos, los ruidos en su estómago, su lengua de estropajo, los círculos de arcoiris. ¿Cuánto tiempo sin cambiar de posición, sin cerrar los ojos, sin mover las piernas? Y se acabó. No más medias horas más, no más, hasta ahí podíamos llegar.
Se hubiera levantado de un salto en ese instante, y hubiera arrojado la pantalla por la ventana para no verla más. Pero ya es demasiado tarde. Ya es parte de la oficina, como la mesa o la silla. Clavado al ordenador. De por vida.
... y con la almohada empapada en sudor
contaré los minutos
¡¡qué lento andará ese reloj!!
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...qué larga es la noche si esperas el día...
El proyecto acaba de nacer, y yo lo he estado siguiendo estos días y tienen muy muy buena pinta. Además, la red promete ir creciendo y añadiendo nuevos blogs a la lista.
Pues eso, que os recomiendo que le echéis un vistacillo, porque merece la pena =) =)
espero mi retribución por esta estupenda
los esbozos del pasado
y una herida al despertar...
ya no amanezco a tu lado...
Allí, entre las sábanas, todo parecía demasiado perfecto: la curva de su cintura, las arrugas de su axila y aquel brillo dorado que le cubría los hombros. Pero, de tener que elegir, se habría quedado sin dudarlo un momento con los rizos negros que le cruzaban la espalda. Con su espalda, seguro, aún sin los rizos. Esa espalda donde dibujar espirales esperando la mañana. Tal vez aquellas espirales eran la única parcela de felicidad que recordaba en mucho tiempo. Y, por supuesto, no pensaba apartarse de su cuerpo y de su forma de dormir boca abajo.
Igual que sospechaba que era parte de un sueño, sospechaba casi siempre que la felicidad estaba indiscutiblemente atada a ella. Y seguramente era verdad. Seguramente eran verdad las dos cosas. Pero en aquellos momentos, con el sol apunto de romper el misterio de las noches y con el reloj apunto de romper la magia de tener un día más, no pensó en los sueños ni en la felicidad. Pensó sólo en como retener el olor que dejaba su risa, el calor de sus ojos profundos al despertarse y la forma de su cuerpo de artesanía grabado en las sábanas cuando ella se levantara y se dispusiera a partir.
a la altura de mis brazos
para que meza despacio
tu cuerpo de artesanía...
déjame dormir contigo,
yo te juro por mis muertos
que te ronco despacito....
Porque en el fondo, todos sabemos que los extremos suelen estar bastante más cerca de lo que parece...
Aún no tiene casi nada, es como un proyecto, como un blog becario, pero seguro que pronto aparecen nuevos textos antagónicos.
Veo el ojo que me mira, no sé qué esperáis de mí. Yo que muero cada día que tú te olvidas de mí... Soy un pez en una jaula, lo que quiero y lo que no, soy todo lo que me pasa... Tú me ves, yo no... (Fito&Fitipaldis)
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